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Hace ya mucho tiempo que ciertas niñas españolas, y particularmente las andaluzas, acuden a la gran ciudad de Lisboa, en busca de mejor suerte. Los señoritos de por allí, los janotas, que es como si dijéramos los jóvenes elegantes, dandies o gomosos de Portugal, se pirran y despepitan por las tales niñas españolas.

Lot y sus hijas, Dina y el príncipe de Siquén, los habitantes de Pentápolis, la señora de Putifar y los caballeritos dandíes y gomosos, que vivían en Bactra, en Ur o en Menfis, sabían cuanto hoy pueden saber en punto a voluptuosidades todas las ninfas de París y sus mantenedores y parroquianos.

Estaba sirviéndose champaña y le empujaron el codo... ¡Debía, pues, disculparlo!... Y como lo cortés no quita a lo valiente, ¡lo disculpé!... ¿Tenía él acaso la culpa de que le empujaran el codo? Habiendo afirmado Jacinto Luque la suma distinción del capitán Pérez, todos los «dandies» del Tandil, declararon conocerlo, siquiera de vista.

Currito llevó a D. Luis y D. Luis se dejó llevar a la sala donde estaba la flor y nata de los elegantes, dandies y cocodés del lugar y de toda la comarca. Entre ellos descollaba el conde de Genazahar, de la vecina ciudad de... Era un personaje ilustre y respetado. Había pasado en Madrid y en Sevilla largas temporadas, y se vestía con los mejores sastres, así de majo como de señorito.

¿Cómo? pregunté sin comprender. Ya nadie juega al bridge, mi amigo, nadie, nadie... salvo los «rastaquères», los cursis, los «guarangos». Sólo por esnobismo pueden hoy jugarlo «dandies» provincianos y trasnochados. Estaría bien jugar para divertirse... Y se ha demostrado matemáticamente que el noventa y cinco por ciento de los que jugaban al bridge se aburrían.

Conténtate por ahora, con saber que el venerable padre jesuita mi catequizador, me puso al bautizarme, el sevillano nombre de Isidoro. No seas voluble: ámame y no me olvides: no te enamores de ninguno de esos dandies de la Hof-Adel o nobleza palatina de Viena: persuádete de que mi nobleza es por lo menos tan clara y sin la menor duda muchísimo más rancia que la de ellos.