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Durante la serie de las edades, las hiladas de formaciones marítimas ó lacustres que componen la mayor parte de nuestra montaña han llegado á ocupar á gran altura sobre el nivel del mar su posición inclinada y contorneada en arrugas caprichosas.

Pero esos sucesos son raros y hasta se hacen imposibles para lo porvenir en los países civilizados, porque las amenazadas poblaciones cuidan de precaver el peligro abriendo subterráneos de desahogo para los depósitos lacustres que se forman detrás de un dique movible de hielo ó de piedra. Previstos así sus desmanes, el ventisquero es un bienhechor de las regiones que han de recorrer sus aguas.

Lucerna es, sin duda, por su situacion y las campiñas primorosas que la rodean, una de las mas graciosas ciudades de Suiza, ó por lo ménos de las que demoran sobre márgenes lacustres. Asi, su conjunto ó aspecto general, sea que se le mire desde el lago, sea que se le contemple desde alguna eminencia, es admirablemente poético y risueño.

Arriba la mas espléndida region de la Colombia meridional; un panorama infinitamente variado de llanuras y colinas, de selvas y montañas, de contrastes interminables en las formas, los colores y los recursos de la naturaleza; y toda esa sucesion de valles lacustres y de lujosas serranías, enriquecida por una poblacion activa, numerosa y bastante civilizada, y por las obras de una agricultura progresiva, que se mancomuna con el comercio, la industria pecuaria, las artes y la minería.

En efecto, se ven en contacto en esas dos hoyas lacustres siete ú ocho cantones cuyas instituciones han diferido y aun difieren mucho, como el espíritu de sus habitantes. En Lucerna han predominado la tendencia aristocrática muy exagerada y la centralizacion absoluta. En los medio-cantones de Unterwalden y en Urí, Schwyz y Zug, la república democrática pura, descentralizada en todos los distritos.

En todas partes se fueron juntando las familias para defenderse, y haciendo ciudades en las rocas, o en medio de los lagos, que es lo que llaman ciudades lacustres, porque están sobre el agua las casas de troncos de árbol, puestas sobre pilares clavados en lo hondo, o sujetos con piedras al pie, para que el peso tuviese a flote las casas: y a veces juntaban con vigas unas casas con otras, y les ponían alrededor una palizada para defenderse de los vecinos que venían a pelear, o de los animales del monte: la cama era de yerba seca, las tazas eran de madera, las mesas y los asientos eran troncos de árboles.

Donde las hiladas, todavía en su estado normal, conservan la posición que tenían en otro tiempo, después de haber sido depositadas por las aguas marinas ó lacustres, la concha descubierta en la capa superior es ciertamente más moderna que en las inferiores.

En las regiones bajas ó centrales la agricultura bernesa, muy esmerada pero insuficiente para el consumo interior, se divide en tres órdenes principales, perfectamente determinados por la naturaleza: en el fondo de los valles lacustres y fluviales de temperatura suave, medran y prosperan las viñas sobre las riberas; en las planicies y colinas demoran donde quiera enjambres de cortijos, que reunen el cultivo de todos los cereales, las plantas filamentosas de Europa, las legumbres, los árboles frutales, la cria de abejas, etc.; en fin, en las bajas montañas que surcan esas mismas planicies se explotan igualmente los bosques de abetos, encinas, hayas, etc., y se ven no pocos rebaños de ganado mayor y menor y hermosas yeguadas muy estimadas en Europa.

Junto a la ciudad de Zaragoza, en España, hay familias que viven en agujeros abiertos en la tierra del monte: en Dakota, en los Estados Unidos, los que van a abrir el país viven en covachas, con techos de ramas, como en la edad neolítica: en las orillas del Orinoco, en la América del Sur, los indios viven en ciudades lacustres, lo mismo que las que había hace cientos de siglos en los lagos de Suiza: el indio norteamericano le pone a rastras a su caballo los tres palos de su tipi, que es una tienda de pieles, como la que los hombres neolíticos levantaban en los desiertos: el negro de África hace hoy su casa con las paredes de tierra y el techo de ramas, lo mismo que el germano de antes, y deja alto el quicio como el germano lo dejaba, para que no entrasen las serpientes.

¿Quién hubiera pensado ahora veinte años que la Suiza, que es una colosal montaña dividida por profundos y pequeños valles lacustres, sería surcada en breve por las locomotivas? Y mas aún: ¿quién hubiera pensado que en 1858, desdeñando los mares y los Pirineos, pudiera pasar un viajero de París á Madrid en setenta y dos horas, con mil comodidades y venciendo tan multiplicados obstáculos?