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Mientras subían el telón seguimos charlando, aunque muy bajito: se había establecido entre nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo acariciaba embelesado. Cuando empezó la ópera dejó de charlar y se puso a atender tan decididamente, que a me hizo sonreír el verla con la cabecita apoyada en la pared y los ojos estáticos.

Una mañana se hallaba Julita muy arrellanada en su cuna, contemplando fijamente el cielo raso. La niñera la había dejado sola por irse a retozar a la cocina. Su rostro ofrecía una gravedad desusada; los ojos inmóviles, estáticos; los labios plegados en señal de reflexión; las manos descansando tranquilamente sobre el vientre.

Nosotros, con el corazon desgarrado al oir aquellos sollozos, nos quedamos estáticos delante de aquel grupo interesantísimo. El labriego aturdido siguió á su mujer, y á los cuatro ó seis pasos de distancia, bajó la cabeza y dejó caer ambos brazos.

Silencio y asombro del niño. ¿Es algún amigo tuyo? Es el chico de la vecina. ¡Ah! ¿Y quién te ha dado ese chaquetón que te llega a los pies? El tío Remigio. ¿Quién es el tío Remigio? Nuevo y mayor asombro del niño, que le mira con ojos estáticos. ¿Es algún hermano o pariente de tu madre? Es albañil. ¡Ah, es albañil! Y comprendiendo que no sacaría más en limpio, Miguel tomó otro rumbo.

Las paredes estaban cubiertas de retratos: señoras bonitas, haciendo resaltar sus gracias con actitudes lánguidas, dirigiendo una sonrisa insinuante a todos los timadores y fosforeros que se paraban a contemplarlas; varones con los ojos estáticos, en muda y eterna admiración de algo que nadie sabe.

Mientras subían el telón seguimos charlando, aunque muy bajito: se había establecido entre nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo acariciaba embelesado. Cuando empezó la ópera dejó de charlar y se puso a atender tan decididamente, que a me hizo sonreír el verla con la cabecita apoyada en la pared y los ojos estáticos.

Quedamos estáticos, inmóviles, y la palabra humilde ante la idea, se refugió en el silencio. Silencio imprescindible, fecundo, porque a su amparo el espíritu tiende sus alas calladas y vuela, vuela, lejos de la tierra, lejos de los mundos, a esas regiones vagas y desconocidas, que se atraviesan sin conciencia y de las que se retorna sin recuerdo. ¿Cómo pintar el cuadro que teníamos delante?

En efecto, hacía días que observaba en su hermano cierta predisposición a la melancolía bastante ajena a su carácter: a menudo se pasaba horas enteras con los ojos estáticos, inmóvil, dando señales de hallarse emboscado en una maraña de pensamientos tristes: le molestaba la compañía de los amigos y aun llegaba a desagradarle que su hermana le leyese demasiado tiempo.