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Do el viento riza las calladas olas Que con blando murmullo en la ribera Se deslizan veloces por solas... que dice Alaejos, exhalaba á lo lejos ténues vapores que la luz de la luna, ahora en todo su lleno, convertía poco á poco en gasa trasparente y misteriosa...

Después de esta observación, y otras por el estilo, Petra se paraba a coger florecillas en los setos, se pinchaba los dedos, se enganchaba el vestido en las zarzas, daba gritos, reía; iba tomando cierta confianza al verse sola con su ama, en medio de los prados, por caminos de mala fama, solitarios, que sabían de ella tantas cosas dignas de ser calladas.

A impulsos de la savia de su energía, agitan las palmeras sus verdes plumas; mientras allá, en la selva fresca y sombría, van flotando calladas las densas brumas. Como alígeras flores de oro y zafiro llevadas por el hálito de auras sutiles, los insectos se esparcen con manso giro a libar la ambrosía de los pensiles.

, madre, que has sentido las santas alegrías De ver brotar la vida del seno maternal, Espera: aun no ha pasado la aurora de tus dias Y ha de brillar un dia de gozo sin igual. En las calladas noches alzad la vista al cielo, Mirad á vuestras hijas resplandecer allí, Y sentireis el alma bañada de un consuelo Que para el alma enferma nunca se encuentra aquí.

Don Paco pasó varias veces aquel día por la puerta de la casa de Juanita, pero no se atrevió a entrar en ella antes de la hora convenida. Aunque Juanita le vio no quiso llamarle ni hablarle, tal vez por temor de revelar involuntariamente cosas que quería tener calladas. Hasta las cuatro de la tarde estuvo sin salir de casa, cosiendo con la mayor tranquilidad.

Después dio un suspiro, y guiñando los ojos para mirar a Fortunata, se expresó así: «¡Buena la hemos hecho, buena!...». Y ambas estuvieron calladas un rato, mirándose. Señora dijo de improviso la parida, como queriendo romper un secreto que abruma . Yo tengo que pedir a usted perdón... ¡A !, perdón... ¿de qué?

Un despecho picante y rabioso le mordía el corazón, viendo quebrarse en añicos sus ilusiones de boda con Salvador, y viendo cómo el médico alimentaba, con crecientes demostraciones, el interés que siempre le había inspirado la niña de Luzmela. Carmen compartía sus horas densas y amargas entre las cavilaciones incoherentes en su cuarto y las calladas esperas a los pies de la cama de Julio.

Cierto que todas estas cosas mejor eran para calladas que para dichas..., casi tanto como las otras que se dijeron y se cantaron en prosa y en verso; pero los oficios, o ejercerlos a conciencia, o no ejercerlos... En virtud de lo cual hago yo aquí punto redondo, antes que al impaciente lector le parezca larga esta digresión, que nada quita ni pone al interés de la presente historia.

Nadie osaría poner en duda entre los convidados la inmensa superioridad de las señoritas de Corneta en cuanto a brillo aristocrático y gracia protectora. Sobre todo permaneciendo calladas tales cualidades adquirían maravilloso relieve.

Quedamos estáticos, inmóviles, y la palabra humilde ante la idea, se refugió en el silencio. Silencio imprescindible, fecundo, porque a su amparo el espíritu tiende sus alas calladas y vuela, vuela, lejos de la tierra, lejos de los mundos, a esas regiones vagas y desconocidas, que se atraviesan sin conciencia y de las que se retorna sin recuerdo. ¿Cómo pintar el cuadro que teníamos delante?