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Con la confianza amistosa que le inspiraba el contrabandista, le pidió dinero. No cuándo podré devolvértelo. Me voy de Mallorca. Que se hunda todo, pero que yo no lo vea. Clapés dio a Jaime más dinero que el que éste le pedía. Toni quedaba en la isla, y con ayuda del capitán Valls intentaría arreglar sus asuntos, si aún era posible.

Cuando Jaime se metió en su cama, tres horas después de la media noche, creyó ver en la obscuridad del dormitorio los rostros del capitán Valls y de Toni Clapés. Parecían hablarle, lo mismo que en la tarde anterior. «Me opongo», repetía el marino con risa irónica. «No hagas eso», aconsejaba el contrabandista con gesto grave...

Pero en algo habían de distinguirse los buenos de los malos; y él, el réprobo, el chueta, el hereje aborrecido de unos y otros, había correspondido a esta falta de amistad ocupándose de los asuntos de Jaime. Seguramente le habría escrito varias veces de esto su amigo Toni Clapés, cuyos negocios marchaban bien, como siempre, aunque acababa de sufrir algunas contrariedades.

En el primer mes de esta nueva vida, un suceso extraordinario turbó su plácida tranquilidad. Llegó una carta, un pliego con membrete de un café del Borne y unos cuantos renglones de letra gruesa y defectuosa. Era Toni Clapés quien le escribía. Le deseaba muchas felicidades en su nueva existencia. En Palma todo continuaba lo mismo.

En algunas ocasiones, los Febrer hasta hicieron préstamos a los reyes... Pero todo esto no podía evitar que Jaime, el último de la familia, luego de perder en el Casino, la noche anterior, todo cuanto poseía unos centenares de pesetas , hubiese aceptado dinero, para poder ir a la mañana siguiente a Valldemosa, de Toni Clapés, el contrabandista, hombre rudo, de entendimiento despierto, y el más fiel y desinteresado de sus amigos.

Clapés, recordando sus consejos de la noche anterior, apretó satisfecho la mano de Jaime. ¡Se acabó lo de la chueta!... Su alma de payés se alegraba de esta solución. Haces bien en irte. Lo otro... lo otro era una locura. Segunda parte

Semanas antes había recibido una segunda carta de su amigo Toni Clapés, el contrabandista. Estaba escrita también en un café del Borne: cuatro líneas garrapateadas de prisa para hacer presente su buen recuerdo. Aquel amigo rudo y bondadoso no le olvidaba; ni siquiera parecía ofendido por haber quedado sin respuesta su carta anterior. Le hablaba del capitán Pablo.

A las nueve, al dirigirse al Casino, vio a la puerta de la calle, en un café del Borne, a su amigo Toni Clapés, el contrabandista. Era un hombretón de rostro afeitado y carilleno, con traje de payés. Parecía un cura del campo vestido de labriego para pasar la noche en Palma.