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Actualizado: 12 de mayo de 2025


El aventurero sustituyó las botas guerreras por la alpargata o la abarca de piel de potro; la coraza por el peto acolchado de algodón, que le servía de almohada durante la noche; el casco por el morrión de cuero; la capa por el poncho indiano. El indio vino al fin a él interrumpió Zurita sonriendo , pero él hizo la mitad del camino yendo hacia la hembra india.

Esta merced sólo la daban los reyes en pago de grandes servicios. Famosos monasterios gozaban de tal concesión, para aplicar sus productos a las necesidades del culto. Algunas veces eran conventos de mujeres los que disfrutaban dicho privilegio, y sus aristocráticas abadesas recibían sin escrúpulo el dinero de las pecadoras de «cinturón dorado». Zurita hizo gestos afirmativos.

Zurita intervino, con la precipitación del que oye hablar de algo que conoce mejor que sus interlocutores. De eso puedo decir mucho. Yo he colonizado, ¿sabe, amigo?... Yo he vivido en el desierto, y allí conocí lo que habían sido los antiguos españoles y lo mucho que les debemos... Nosotros hemos sido injustos con ellos. Nos educan mal por patriotismo: nos inculcan mentiras desde la niñez.

Zurita quando refiere el camino que hizo este exército, recibió grande engaño, diciendo que la tierra que pasaron se llamaba Valaquia, porque no llegó á su noticia que habia Provincia que se llamáse Blaquia, porque Montaner de donde él lo sacó la llama Blaquia, y Zurita ignorando el nombre, y corrigiendo á Montaner, la llama Valaquia, llevado de la semejanza del nombre; pero á la Valaquia no llegaron los nuestros con cien leguas.

Una lluvia menuda y lubrificadora caía sobre el árbol para facilitar y enfriar el frotamiento de su incesante rotación. Zurita quiso saber a qué profundidad estaban en aquel sitio. Hallábanse siete metros más abajo de la superficie del Océano. ¡Lo que nadará en estos momentos sobre nuestras cabezas! dijo Maltrana, ¡Los apreciables vecinos que tal vez colean al otro lado de esta pared!

El doctor Zurita y otros argentinos abandonaron la tranquilidad zumbona con que habían presenciado hasta entonces las «pavadas de los gringos», para hacer señas a Isidro, incitándole a que diese gusto a las familias. «¡Ah, gaucho valiente!... ¡A ver si hacía una de las suyasHasta los niños palmoteaban con entusiasmo. «¡Don Isidro!... ¡Que salga don IsidroEl héroe se levantó, saludando con ironía y orgullo al mismo tiempo.

Nadie se acordaba ya de las diplomáticas tiranteces entre los «pingüinos» y las «potencias hostiles». El doctor Zurita dio tarjetas a Maltrana y Ojeda. Su cortesía era un tanto ruda, pero ingenua, verdadera.

Nunca se ha visto un despilfarro de vida y de energías más glorioso e inútil. El doctor Zurita protestó de esto último. Inútil no. En lo que se refiere a las empresas de Europa, indudablemente... Pero queda la América, todas las repúblicas que hablan español, y que más allá de sus diferencias de constitución nacional son iguales por su alma y sus costumbres. Ojeda asintió.

El doctor Zurita asintió gravemente. Mucho le había costado a España su gran empresa de Ultramar. Tal vez su decadencia provenía de esto.

Subieron después las escalerillas, respirando con deleite al llegar a la cubierta. La tarde estaba cada vez más obscura, como si en mitad de ella fuese a caer la noche. No se veía la costa. Una muralla gris alzábase entre ella y el buque, y parecía avanzar con lentitud, devorando el verde polvoriento de las aguas. ¡Pucha! ¡La niebla! exclamó Zurita . Tenemos para rato.

Palabra del Dia

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