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Actualizado: 12 de junio de 2025


Pues iremos juntas, porque yo tengo que ir a la calle de Zurita a echarle un réspice a mi herrero, y no hará usted nada demás si me acompaña un poco. Pronto despacho, y la dejaré a usted en la puerta de su casa. Aceptada con sumo agrado la proposición, anduvieron juntas el torcido y desigual camino que separa la vertiente de la Arganzuela del barranco de Lavapiés.

Mire también a las señoras viejas sentadas junto a él; ¡con qué arrobamiento le contemplan mientras come!... Fíjese en la mesa del centro, la más grande del salón; es para catorce pasajeros, y la ocupa el doctor Zurita con su familia. ¡Hombre generoso y campechano! ¡Como si nos conociésemos toda la vida!

Y crean ustedes que los inventores del pan, del paño y de la cocción de los alimentos fueron más grandes y dignos de gloria que los autores de todas las maquinarias de nuestra época. En la formación de los países americanos insistió Zurita ocurre lo que en los grandes edificios que ahora se construyen.

El continuaba su carta con la memoria ocupada por el recuerdo de Teri, pero esto no le impedía, por costumbre o por «honradez profesional», el contestar con sonrisas y movimientos de cabeza a las caricias silenciosas de Nélida. Fatigada ésta de la inmovilidad de Ojeda, acabó por apartarse de la ventana, yendo hacia el avante del paseo, donde estaban Isidro y el doctor Zurita.

La profecía no se realizó al correr por selvas y desiertos o al navegar en buques de escasos víveres. Pero casi fue un hecho cuando el viejo conquistador tuvo que buscar el amparo en un monasterio en aquella ciudad colonial donde nadie le hacía caso. ¿Y el otro? interrumpió el doctor Zurita con viva curiosidad . Ese Méndez del que habló usted antes.

Francisco Miranda en nombre de los señores Pedro Gutierrez de los Rios, veinticuatro de Córdoba, y Teresa Zurita, su mujer; quienes ofrecieron costearlo para que Dios sacase con vida al Pedro Gutierrez de las justas que iba á mantener con Suero de Quiñones sobre el paso de los peregrinos por el puente de Orbigo; el de Sta. Marta, edificado en 1468 por el P. Fr.

Tenia esta señora la tercera parte de la isla de Negroponte, y de trece Castillos en la tierra firme del Ducado de Athenas. El Infante Don Alfonso tuvo en ella muchos hijos, y ella vino á ser una de las mujeres mas señaladas de su tiempo, aunque Zurita no siente en esto como Montaner á quien yo sigo.

¡Qué hombres!... ¡qué hombres! murmuró con admiración el doctor Zurita. Maltrana, seducido por el entusiasmo de sus compañeros, habló también de los conquistadores. Después de la lucha de siete siglos con los moros, la empresa de las Indias había sido la más popular, la más española.

Lástima grande que le gustasen tanto las coristas de la opereta y sólo supiera hablar de París, como si en el resto del mundo no existiesen mujeres. Zurita saludó a la joven con un gesto de antiguo galán y no se ocupó más de ella. ¡Interesante la muchacha!... Pero él tenía su familia a bordo, sus niñas y cuñadas, y deseaba evitar a todas ellas relaciones de amistad que podían ser peligrosas.

Palabra del Dia

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