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Actualizado: 29 de junio de 2025
Pero los capitalistas, que viven lejos y tal vez no se molestarán nunca yendo a contemplar esta obra suya, pueden responder desde sus escritorios: «Gracias a nuestra audacia fría y dura, los hombres tienen un camino para llegar a países nuevos que guardan enormes riquezas.
Y la tía Zarandaja cerró, y fuese luego a su marmita con una escudilla de cobre, ancha y honda, que llenó de gazofia, yendo a ponerla, con un buen pan blanco, a lo que añadió un mediano jarro lleno de vino, delante del señor Viváis-mil-años.
Su hermana no decía nada; unas veces sonreía al oír el nombre de don Jaime, otras se le humedecían los ojos, y casi siempre daba fin a la conversación aconsejando al Capellanet que no se mezclase en este asunto y diese gusto al padre yendo a estudiar en el Seminario. Esto se arreglará, señor continuó el muchacho, poseído de la nueva importancia de su persona . Se arreglará; se lo digo yo.
Sucedió, pues, que, yendo por una calle, alzó los ojos don Quijote, y vio escrito sobre una puerta, con letras muy grandes: Aquí se imprimen libros; de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no había visto emprenta alguna, y deseaba saber cómo fuese.
-Haz cuenta que las pasó todas -dijo don Quijote-: no andes yendo y viniendo desa manera, que no acabarás de pasarlas en un año. ¿Cuántas han pasado hasta agora? -dijo Sancho. ¡Yo qué diablos sé! -respondió don Quijote-. -He ahí lo que yo dije: que tuviese buena cuenta. Pues, por Dios, que se ha acabado el cuento, que no hay pasar adelante.
6 Y fue, que al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana del arca que había hecho, 7 y envió al cuervo, el cual salió, y estuvo yendo y tornando hasta que las aguas se secaron de sobre la tierra. 8 Envió también de sí a la paloma, para ver si las aguas se habían aliviado de sobre la faz de la tierra; Y él extendió su mano y la tomó, la metió consigo en el arca.
Las vi con la imaginación mientras escuchaba al doctor yendo de sala en sala como apariciones de salud que esparcían en torno la dulce alegría de vivir. Con los oficiales se mostraban algo recelosas. Eran hombres de su mundo, y tal vez por esto los juzgaban temibles, no pasando en su intimidad más allá de una solicitud natural y grave.
La enfermedad de la fe nos ha dejado sin fuerzas; somos como esos seres que, después de sufrir una dolencia en su juventud, quedan anémicos para siempre, sin reconstitución posible, condenados a prematura vejez. ¡Bah!, ¡la ciencia! dijo el Vara de plata yendo hacia su casa . Conozco eso. Es la eterna música de todos los enemigos de la religión. No hay mejor ciencia que amar a Dios y sus obras.
Y tal fué la ida de estos misioneros á Santa Cruz de la Sierra, porque yendo solamente á impetrar la vida temporal de un indio, los llevaba Dios para que fuera de toda esperanza rescatasen á innumerables pueblos de la esclavitud del demonio.
Tal día y a tal hora, yendo ella y Barbarita por la calle de Preciados, se encontraron a Juan que venía deprisa y muy abstraído. Al verlas, quedose algo cortado; pero sabía dominarse pronto. Ninguno de estos datos probaba nada; pero no cabía duda: su marido se la estaba pegando.
Palabra del Dia
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