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Actualizado: 8 de julio de 2025
Hace rato que lo sabría usted si me hubiese dejado hablar... Es la mujer del director de orquesta de la compañía de opereta: un rubio de cara granujienta, que se pasa día y noche en el café tomando bocks con los de su tropa. Buen colador; hay veces que los redondeles de fieltro se amontonan en su mesa como una columna... Y cuando no toma cerveza, admite whisky o lo que caiga.
Tenía aún la mirada muerta y el labio pendiente, tras su solitaria velada de whisky, más prolongada que las habituales. Mientras se lavaba, los perros se acercaron y le olfatearon las botas, meneando con pereza el rabo. Como las fieras amaestradas, los perros conocen el menor indicio de borrachera en su amo. Se alejaron con lentitud a echarse de nuevo al sol.
De repente empezó á lanzar violentas carcajadas: «¡Ah, mister Castro!...» Le parecía tan chistosa la suposición de mister Castro, que tosió, asfixiándose de tanto reir, y fué en busca de un nuevo whisky para recobrar su serenidad. Volvieron los dos amigos al salón de Las Gracias florentinas.
Ella pensaba en otra cosa, con los ojos fijos en el whisky, y contestó, distraída: Me llamo Blanca, y algunos me apodan «la Marquesa». ¿Me permite usted que tome otra copa?... Después, en mi casa, no tendremos una botella como ésta. Porque supongo que iremos á mi casa... Está muy cerca... A no ser que usted prefiera el hotel.
Pero es tal la cantidad de gente que se sucede sin cesar, que el pequeño beneficio de cada whisky cocktail o de cada vaso de cerveza, no sólo cubre los gastos de las vituallas que se dan gratis, sino que al fin del día dejan una ganancia considerable.
Pero esperaba dar con una buena botella buscando un poco. ¿En qué casa respetable no se encuentra whisky para los amigos? Cuando terminemos, lord dijo el coronel, escandalizado por esta invitación que atentaba contra los ritos. Los cuatro padrinos y el médico estaban en una sala del piso bajo, adornada con trofeos de armas antiguas.
Déjeme beber. ¡Cómo le agradecería que me regalase toda la botella! La necesito después de este maldito encuentro que va á resucitar tantas cosas... Yo amo la vida por encima de todo. No me dan miedo las desgracias ni las miserias, á cambio de seguir viviendo... Pero temo á los recuerdos, y el whisky los mata ó los viste de tal modo que resultan agradables. Déjeme beber; no me diga que no.
El reloj de la caballeriza dio las doce antes que Mabel llamara a la señora Gibbons, y el esposo de ésta viniese también en seguida, trayéndome un reconfortante whisky y un poco de agua caliente. Mi pequeña y linda compañera me estrechó alegremente la mano, deseándome buenas noches, y después se retiró, acompañada por el ama de llaves, mientras Gibbons se quedó mezclando mi bebida.
En las noches transcurridas entre dos pagas, el whisky y la ginebra apagaban la sed silenciosa de unos y daban nuevas fuerzas á otros para seguir hablando. El principal tema de conversación era adivinar cuándo se detendría el tren en la Presa regularmente. Las locomotoras sólo hacían alto allí cuando descargaban maquinaria para las obras del dique.
Agrupáronse todos en torno a Currita, que se había sentado junto a la duquesa, desairando una taza de té que le ofrecían; pidió en cambio una copita de whisky, porque era de rigor en aquel tiempo, entre algunas damas elegantes que pretendían formar el cogollito de la crème, fumar y empinar de lo lindo, con mucha distinción y gracia. El respetable Butrón le ofreció un cigarro.
Palabra del Dia
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