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Actualizado: 2 de junio de 2025
Mientras en su casa se llegaba a juzgar a la marquesa de Montálvez con el mismo criterio bondadoso con que ellos dos acababan de juzgarla, ¡que ya era esperar!, ¿qué hacía el novio de Luz? ¿Continuar acatarrado? ¿Visitarla como antes? Y en este caso, ¿la hablaba o no del punto que quedó pendiente la última vez que se habían visto?
El reciente tertuliano rindió pleito homenaje a la planchadora, y comenzó a visitarla con asiduidad. ¡Ah miserable Miguel! En un instante perdió hasta las pocas migajas de favor que le quedaban. El chico gordo quedó alzado sobre el pavés a los pocos días y proclamado favorito exclusivo, dueño absoluto del cuarto de la plancha y sus alrededores.
Prométame que no será ésta la última vez que vendrá murmuraba desolada, usted es buena, tía Silda, y dispensará a mamá: ella es así, pero en el fondo, la quiere... ¿Vendrá pronto? ¡y si no, porque no estaremos, yo iré a visitarla a su casa, iré con muchísimo gusto, tía! La señora retribuyóla sus caricias, prometiéndola cuanto quiso pedirla...
Sólo vengo a invitar a usted para que dé una vuelta por la cueva... la cueva de los ratones... ya sabe usted. Allí se puede entretener en desnudar alguna rata de las muchas que vendrán a visitarla... Vamos, deme usted la mano para que la conduzca con toda ceremonia.
Despidiéronse con fuertes apretones de manos, que a Miquis no le parecían nunca bastante fuertes. Isidora subió sumamente fatigada. Las de Relimpio le dijeron que había venido a visitarla un caballero de muy buen porte. Entró la joven en su cuarto, donde la esperaba una gratísima sorpresa. Sobre la cómoda había una tarjeta con el pico doblado. Capítulo V Una tarjeta
Sus ojos, pálidos y sin expresión, nos miraban obstinadamente a través de los mechones de cabello y detallaban de pies a cabeza el traje de Luciana, indiferentes, al parecer, al gemido casi continuo de la moribunda. En el silencio de la choza, llegaba hasta nosotros la voz de Elena: ¿Vienen alguna vez a visitarla a usted las hermanas de la Celle? Cuando tienen tiempo... muy de tarde en tarde...
Los dos sufrieron hambre; viéronse separados por la persecución y el encierro; pero volvían a unirse, continuando la novelesca correría, hasta que la miseria y la tisis acabaron con ella. Gabriel lloraba recordando sus últimas entrevistas en un hospital de Italia, limpio y pulcro, con ese ambiente helado de la caridad. Como no era su marido, sólo podía visitarla dos veces por semana.
Entre tanto, o de veras o fingiéndolo, había enfermado su hermana menor, y el boticario, que con permiso del médico visitaba también y tenía bastantes igualas, era quien asistía a la enfermita, y tenía que visitarla dos veces al día o por lo menos de diario. Don Policarpo no se daba por entendido de la verdadera enfermedad y distaba mucho de querer aplicarle el conveniente remedio.
Cuando viene es por mí, y cuando no viene también... Andrés le explicó, riendo, esta contradicción. El día pasado había creído que, lejos de serle simpático, ella le odiaba: por eso se había estado tanto tiempo sin venir a visitarla: no le gustaba relacionarse sino con las personas que le querían.
Diré a tu marido que Benigna está enferma y has ido a visitarla». Después de esta conversación, fue Jacinta a la casa de su hermana a quien también confió su secreto, concertando con ella el depositar el niño allí hasta que Juan y D. Baldomero lo supieran. «Veremos cómo lo toman» añadió dando un gran suspiro. Estaba Jacinta aquella tarde fuera de sí.
Palabra del Dia
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