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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
Preso por uno.... Aquella misma atrocidad de haber gastado tanto dinero que no era suyo demostraba la intensidad, la fuerza irresistible de su pasión. Pues adelante». Cierto era que quedaba el rabo por desollar. D. Juan Nepomuceno le tenía cogido por las narices, y podía hacer de él lo que le viniese en voluntad.
Por primera vez conseguía llorar, y esto pareció darle cierto alivio. La presencia del piloto le devolvía á la vida; se aglomeraron en su memoria los olvidados recuerdos de negocios y viajes. Tòni resucitaba todas las energías del pasado; era como si el Mare nostrum viniese en busca de él. Sintió vergüenza y remordimiento.
Todo lo que hice presente al Gobernador D. Tomas Carminate, quien respondió que nada creia de aquello, y que el comisario le decia no convenia viniese á Valdivia dicho cacique; y con mi respuesta que esperaba, dejó de venir.
He de advertirle que no soy tan extraño al país como usted parece creer... He vivido aquí mucho antes de que viniese usted al mundo... ¿Qué edad tiene usted? Voy a cumplir veinticinco años. Pues yo tenía apenas veinticuatro cuando era guarda general en Val-Clavin... No hay un rincón en todos estos bosques que yo no haya visitado y cuya naturaleza desconozca.
Era preciso que no fuese ya el macizo y voluminoso pilar romano el que contrarestase el empuje de la bóveda, sino que el contraresto viniese de otro empuje diametralmente opuesto y esterior, para que el pilar sobre que arrancaba el arco toral quedase simplemente reducido al oficio de apoyo y sosten de un peso obrando verticalmente.
En estas y en otras cavilaciones, que entonces se presentaban juntas en la mente de Fray Miguel, habían pasado muchos años de su vida claustral. Su orgullo no había consentido que fuese un santo, pero también su orgullo se había opuesto a que ningún poder infernal viniese a dominar su alma, ocupada y dominada toda por su orgullo mismo.
Sucedió, pues, que, habiendo comido aquel día contra las reglas y aforismos del doctor Tirteafuera, al levantar de los manteles, entró un correo con una carta de don Quijote para el gobernador. Mandó Sancho al secretario que la leyese para sí, y que si no viniese en ella alguna cosa digna de secreto, la leyese en voz alta.
En cuanto advertían que un muchacho se acercaba a cualquier muchacha más que a las otras, ya estaban nuestras señoritas preparando los hilos para unirlos con lazo indisoluble; ya no consentían que nadie se sentase en la silla que estaba al lado de Fulanita para que cuando Menganito viniese la hallase aparejada y no tuviese más que sentarse.
Aquella intimidad, aquella compenetración singular de los cuñados en casi todos los actos de la vida, había engendrado una ilimitada confianza entre ellos, sobre todo por parte de Gonzalo. Nada le pasaba a éste en la calle, en el café, que no viniese a contar a Cecilia, que le prestaba incansable atención.
Pero no recibiendo cartas suyas en respuesta a las que le escribió anunciándole mi nacimiento, y como el tiempo pasase y carta de mi padre no viniese, puesta en un angustiosísimo cuidado, escribió al mayor de los tercios de Nápoles pidiéndole noticias de su esposo.
Palabra del Dia
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