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Actualizado: 28 de junio de 2025
Detúvome en la escalera D. Diego, que a toda prisa y muy sofocado subía, y me dijo: Gabriel, ahí me traen otra vez a la buena alhaja de doña Inesita. ¿Quién? El gobernador. Esta noche todas las ovejas descarriadas vuelven al redil... Vengo de allá... si vieras. La condesa ha llorado mucho y se ha puesto de rodillas delante de Villavicencio; pero no pudo conseguir nada. La ley y siempre la ley.
¡Maldita sea la alianza! ¡Y esto lo dice una dama española exclamó Villavicencio con entusiasmo el día en que nos llega la noticia de una gloriosa batalla, de esa gran victoria, señores, ganada por españoles, ingleses y portugueses en los campos de Albuera! ¡Otra batalla! exclamó la marquesa con hastío . Siempre batallas, y la guerra no se acaba nunca.
Felizmente y gracias a la intervención de D. Juan María Villavicencio, los que se disponían a obsequiar a Teneyro y Ostolaza no pasaron a vías de hecho; mas con la agudeza de sus silbidos y el mugir de sus insultos fueron dando música a ambos personajes por largo trecho de la calle.
En aquel instante entró en la sala un personaje grave, al cual saludaron todos con el mayor respeto. Era D. Juan María Villavicencio, gobernador de la ciudad, varón estimabilísimo, buen patriota, instruido, algo filósofo y hábil por demás en el conocimiento y trato de las gentes. Ya tenemos datos, Sr. Villavicencio dijo la marquesa, contándole lo del <i>Deucalión</i>.
Hija mía dijo la marquesa , retírate a descansar... Sr. D. Francisco, o tú, Diego, llévala a su cuarto. El conmovedor espectáculo de la infeliz Asunción desapareció de nuestra vista. Señoras dijo Villavicencio tengo el alma despedazada, y me retiro. Siento mucho... pues... murmuró Ostolaza, y se retiró también. He tenido un verdadero sentimiento... dijo Valiente, marchándose tras el anterior.
Villavicencio quiere prenderle a usted; pero no permito que tan buen caballero caiga en manos de la justicia. Ofrecile el brazo y anduvimos despacio. Yo no decía nada. Caballero prosiguió . ¡Oh, cuánto me complazco en dar a usted este nombre! La hermosa palabra rarísima vez tiene aplicación en esta corrompida sociedad. No le contesté.
Creo que ha sido muy sangrienta dijo Calomarde. Como todas las que damos repuso con orgullo Villavicencio . Hemos perdido cinco mil hombres y matado a los franceses más de diez mil... ¡Precioso resultado!... Han muerto dos generales franceses, dos ingleses, y de los nuestros han quedado heridos D. Carlos España y el insigne Blake.
Veremos lo que saco en limpio dijo Villavicencio . Vaya, señora mía, me voy a hacer una visita de cumplido a la calle de la Verónica. Creo que bastará mi autoridad... De pronto presentose D. Paco en la sala sofocado y jadeante, y exclamó: ¡Ahí está, ahí está ya!... al fin la encontramos. ¿Quién?
Te anda buscando porque no te conoce. Dice que eres cómplice de lord Gray y el verdadero criminal. Calumnia, pura calumnia; pero no te metas en vindicar tu honra mancillada y echa a correr, que Villavicencio tiene malas pulgas, y aunque te escuda el fuero militar... Conque en marcha y no vuelvas a Cádiz en tres meses. Pues sí; yo fui quien la sacó de casa.
Turbado y hondamente impresionado y conmovido andaba hacia la puerta, cuando me detuvo una persona que avanzaba resueltamente hacia el lugar de la catástrofe. ¡El gobernador Villavicencio! dije en el primer momento antes de distinguir con claridad el bulto de aquel extraño espectador del duelo.
Palabra del Dia
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