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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
No olvide usted que la vida de la señora duquesa está en peligro y que yo respondo de salvarla, puesto que usted me proporciona los medios. ¡Qué diablo! Es usted el que me los proporciona a mí. Hace una hora que me está usted hablando como el peripatético del Matrimonio forzado. ¡Al grano, doctor, al grano! A eso voy. ¿Ha visto usted nunca en París al conde de Villanera?
Cierto es que sin usted hace tiempo que me hubiese muerto; pero si usted me ha salvado ha sido sin querer, y la prueba mejor es que acaba de reprocharme el aire que respiro. ¿Ha sido usted la que me dio por esposa al conde de Villanera? Es posible. Pero me eligió usted porque me creía condenada a muerte sin remedio. Por eso no le debo ninguna gratitud. Ahora, ¿qué puedo hacer para serle útil?
Ella sabía atraerles y retenerles a su alrededor por un medio menos heroico que el de la señora de Warrens; se hacía amar con menos exposición. Los unos conocían su posición, los otros creían en su virtud; todos estaban persuadidos de que su corazón estaba libre, y que el último poseedor, se llamase Villanera o Chermidy, había dejado una sucesión abierta.
Los dos cómplices entraron en la habitación, y lo primero que hirió la vista de Mantoux fue el puñal de que le había hablado el duque. ¡Y bien! exclamó la viuda ; ¿el señor de Villanera se ha acostado? Sí, señora. ¡Infame! ¿Qué han dicho mientras comían? No han hablado de la señora. ¿Ni una palabra? No; pero después de comer, el señor duque me ha preguntado la dirección de la señora.
Así pudo detener ciertos rumores que circulaban acerca del matrimonio del conde; probó a algunas almas crédulas que no había habido nunca nada entre ella y el conde de Villanera. ¿Cómo suponer que la señora Chermidy invitara al suegro de su amante? Explotó este nuevo conocimiento con igual habilidad que los antiguos.
Hubiera puesto en sus tarjetas de visita el nombre de Villanera, que es el mío; me parece, ¡caramba!, que lo he ganado bien. ¿Y no quiere usted que ahora tome mi desquite? ¿Pero es que aun ama al señor de Villanera?
Y no es que no fuese generoso; pero ella no era mujer capaz de mezclar los asuntos de interés con los asuntos del corazón. Había llevado su desinterés hasta el sacrificio; había cedido su hijo a la condesa de Villanera y había acabado por abandonarlo a otra madre.
El doctor me lo ha escrito esta mañana. Soy muy desgraciado, Honorina, y debería usted tener piedad de mí. ¡Ah! ¡es usted desgraciado! ¡y la duquesa también es muy desgraciada! ¡Y la vieja Villanera debe de llorar lágrimas negras sobre sus mejillas bronceadas!
El duque, más despreocupado, intentó aparecer como un hombre de mundo, pero la rigidez de la viuda paralizó todas sus gracias y sintió frío hasta en la espalda. La señora de Villanera, por un error que se comete frecuentemente en los primeros encuentros, envolvió en un mismo juicio despectivo al duque y a la duquesa.
Mantoux sirvió a la mesa y aun cuando se esforzó en oír la conversación, el nombre de la señora Chermidy no fue pronunciado. Se comió en familia, con un solo invitado, el señor Stevens. La señora de Villanera le preguntó si la ley inglesa permitía a los magistrados expulsar a los vagabundos sin otra forma de proceso.
Palabra del Dia
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