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Voy a presentárosle. Arias echó a correr pensando: «Eloísa tiene blando el corazón y la echa de romántica: es pintiparada para el mayor, que anda a caza de estos avechuchosEntre tanto, la condesa preguntaba al duque si era bonita la Filomena de Villamar. No es ni bonita ni fea respondió . Es morena, y sus facciones no pasan de correctas.

En seguida le sobrevinieron los vómitos, y murió con una mano en la del sacerdote que le ayudaba a bien morir y la otra en la mía. Yo te entregaré este depósito, prima, para que lo envíes con un hombre de confianza a Villamar, donde probablemente se habrá retirado ella al lado de su padre. He aquí la carta dijo Rafael , sacando del bolsillo un papel cuidadosamente doblado.

Pero traigo una noticia que puede aspirar con razón a la primera categoría. ¿Una noticia? Una noticia es un patrimonio de todos. Así, suéltala pronto. Pues han de saber ustedes dijo Rafael levantando la voz que la Grisi de Villamar está ajustada para salir a las tablas a lucir su voz.

Pero nada había causado tanta admiración en nuestros amigos, los habitantes de Villamar, como la mudanza que se observaba en la tienda del barbero Ramón Pérez.

La tía María, calculando que en vista de la catástrofe no le sería posible a don Federico venir por entonces, se decidió a confiar la cura del tío Pedro a un médico joven que había reemplazado a Stein en Villamar. No fío de su ciencia le decía a don Modesto, que se le recomendaba ; no sabe recetar más que aguas cocidas, y no hay cosa que debilite más el estómago.

Con esto llegaron al punto en que la vereda se dividía y se separaron. Pronto nos veremos dijo el veterano. Dentro de un rato iré a ponerme a la disposición de usted y saludar a sus patronas. Dígale usted de mi parte a la Gaviota gritó Momo que me tiene sin cuidado su enfermedad, porque mala yerba nunca muere. ¿Hace mucho tiempo que el comandante está en Villamar? preguntó Stein a Momo.

De modo que el letrero se ha quedado como estaba; pero a bien que no hay en el lugar quien lo lea. Y es lástima que el maestro no lo haya enmendado, porque era muy hermoso y hacía honor a Villamar. Momo, que traía al hombro unas alforjas bien rellenas y tenía prisa, preguntó al comandante si iba al fuerte de San Cristóbal.

Hablaba mucho y se escuchaba a propio, con lo cual nunca le faltaba auditorio. También era el único representante de su partido en Villamar; así como el médico que había reemplazado a Stein lo era del justo medio. La pandilla del cura, de Rosa Mística y de las buenas mujeres, como la tía María, estaba por las ideas antiguas. La de Ramón Pérez y otros cantarines no tenía color político.