Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 27 de octubre de 2025


Las lecciones y conferencias duraban horas y horas. El Comendador se acostumbró de tal suerte á aquel dulce magisterio, que el día en que no daba lección le parecía que no había vivido. Sus días de Villabermeja fueron disminuyendo, y alargándose cada vez más los que pasaba con la discípula.

Tenía además un estilo de preguntar, afirmando ya lo mismo de que anhelaba cerciorarse, que hacía ineficaz la doctrina del P. Jacinto de callar la verdad sin decir la mentira. Ó había que mentir ó había que declarar: no quedaba término medio. Tío dijo Lucía apenas le vió á solas, V. ha estado en Villabermeja. ... he estado.

El amor fué su maestro de escuela, y le enseñó á trazar unos garrapatos anárquicos y misteriosos, que por revelación de amor leía, entendía y descifraba el cadete. De esta suerte, entre temporadas de pelar la pava en Villabermeja, y otras más largas temporadas de estar ausentes, comunicándose por cartas, se pasaron cerca de doce años. El cadete llegó á teniente.

Entre estos desdeñosos, dignos en nuestro sentir de reprobación, porque dejan el campo libre a los explotadores, había en el distrito un hombre a quien, vencida su inercia, seguiría toda una población. La población era la que ya conocen mis lectores con el nombre de Villabermeja.

Como para entonces no viviré yo, y como en el estado presente del mundo estoy ya harto de la vida práctica, he resuelto refugiarme en la contemplación; y á fin de gozar del espectáculo de las cosas humanas, mezclándome en ellas lo menos posible, voy á tomar asiento, como espectador desapasionado, en la propia Villabermeja.

No bien llegó el Comendador á Villabermeja y dejó el caballo en su casa, se dirigió al convento, que distaba pocos pasos, y como era la hora de la siesta, halló en su celda al P. Jacinto, el cual no dormía, sino estaba leyendo, sentado á la mesa. Mis lectores deben de formarse ya, por lo expuesto hasta aquí, cierta idea bastante aproximada de la condición del mencionado fraile.

Pocos días estuvo en Villabermeja. Se fué antes de que su licencia se cumpliese. El rey Carlos III, después de la triste paz de París, á que le llevó el desastroso Pacto de familia, trató de mejorar por todas partes la administración de sus vastísimos Estados. En América era donde había más abusos, escándalos, inmoralidad, tiranías y dilapidaciones.

Y como al asomar la aurora por el estrecho horizonte de Villabermeja el tío Gorico, según su expresión, mataba el gusanillo, resultaba que casi todo el día estaba calamocano, porque aquel fuego que encendía en su ser con el primer fulgor matutino, se iba alimentando, durante el día, merced á frecuentes libaciones.

¿Y quién es ese tío? Un señor marino que estuvo en la India y en el Perú, que dice que conoce á V., que hace poco ha venido á vivir á Villabermeja, y que anoche llegó aquí á pasar una temporada. Ese es el Comendador Mendoza dijo D. Valentín, con cierto júbilo de saber que había llegado un antiguo amigo. Justamente, papá, así se llama: el Comendador Mendoza; un señor muy fino, si bien algo raro.

Sustrayéndose luego a las tristes reflexiones de su harto exagerado pesimismo, Morsamor preguntó a Juan de Cartagena: ¿Y quién es este que Magallanes dejó abandonado en tu compañía? Este respondió Juan de Cartagena fue quien más nos solevantó y alborotó con sus discursos. Es un fraile cordobés, llamado Fray Blas de Villabermeja.

Palabra del Dia

pacificadoras

Otros Mirando