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Actualizado: 27 de octubre de 2025


Cuando ocurrían los sucesos que vamos refiriendo, no había tantas carreteras como ahora. Desde Villabermeja á la ciudad puede hoy irse en coche. Entonces sólo se iba á pie ó á caballo. El camino no era camino, sino vereda, abierta por las pisadas de los transeuntes racionales é irracionales.

No todas las historias que yo refiero han de ocurrir en Villabermeja. Hoy he de contar una muy interesante ocurrida, pocos años ha, en otro lugar cercano, que llamaremos Villafría, reservando para mayores cosas su verdadero nombre.

Así es que, por más que D. Casimiro distase mucho de ser un águila en nada, había atinado á darse tan buena traza con economía y juicio, que era un señor acaudalado para lo que entonces se usaba en Villabermeja. Esto se lo debía á mismo, y de ello podía estar con razón y estaba orgulloso.

Por dicha, el desenvolvimiento de tan mala inclinación coincidió casi con la ida de D. Fadrique al Colegio de Guardias marinas, y se evitó así todo escándalo y disgusto en Villabermeja.

Encomiéndeme V. á Dios, con cuyo favor cuento para escapar de esta confusión ridícula de la corte, y poder pronto darle, en esa encantadora Villabermeja, un apretado abrazo. Veinte días después de recibida esta carta por el P. Jacinto, se realizó la entrada solemne en Villabermeja del ilustre Comendador Mendoza.

Cuando, terminado todo, salió el P. Jacinto de casa de Doña Blanca, se apresuró á ir á ver al Comendador, quien le aguardaba impaciente, no habiéndole visto al llegar de Villabermeja, porque el fraile había adelantado más de una hora su venida á la ciudad. Excusándose de esto y de su precipitación en dar pasos sin consultar al Comendador, el P. Jacinto le relató cuanto había pasado.

Siempre que el servicio militar lo consentía, el cadete venía á Villabermeja; hablaba por la ventana con la chacha Victoria, y se decían ambos mil ternuras. En las largas ausencias se escribían cartas amorosas cada ocho ó diez días; asiduidad y frecuencia extraordinarias entonces. Esta necesidad de escribir obligó á la chacha Victoria á hacerse letrada.

Todas las noches vamos de tertulia en casa de Rosita, la hija del escribano de Villabermeja, que es ahora condesa, y una de las mayores elegantas de la corte. A su casa no van, por lo común, más señoras que nosotras; pero en cambio van muchos hombres de los más distinguidos en letras, armas y política. Hay allí la mayor cordialidad. Parecen todos amigos íntimos y cariñosos.

Espero con ansia la llegada del P. Jacinto, que es el oráculo de esta casa. que lo que yo le diga caerá como en un pozo, y que sus consejos son sanos. Es el único hombre que tiene algún imperio sobre mi madre. ¿Cuándo vendrá de Villabermeja? Adiós, repito, y ama y compadece á tu CLARA."

Cuando el Comendador, al volver un día de Villabermeja, trajo esta noticia, fué Lucía la primera persona á quien se lo comunicó. Calle V., tío exclamó la muchacha; de seguro que el niño de D. Casimiro será un escomendrijo; parecerá un gazapillo desollado. No, sobrina contestó el Comendador; el recién nacido Solís es fuerte como un becerro. Así era la verdad, según hemos sabido después.

Palabra del Dia

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