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Actualizado: 27 de julio de 2025
No por eso romperé con la costumbre contraída en otras tierras, sino que pienso llevar en mí compañía á un gabacho que he traído de París, el cual condimenta unos manjares que doy por cierto que han de gustar á V., aunque tienen nombres imposibles casi de pronunciar por una boca de Villabermeja; pero ya V. se convencerá de que, sin pronunciarlos, los mastica, los saborea, se los traga y le saben á gloria.
A corta distancia de Villabermeja hay un sitio, que apellidan el Laderon, donde cada día se descubren vestigios y reliquias de una antiquísima y floreciente ciudad. El erudito y sagaz anticuario D. Aureliano Fernandez Guerra prueba que allí estuvo Favencia, en tiempo de los romanos, ciudad que desde época muy anterior se llamaba Vesci.
Entrado ya en los cincuenta de su edad, aunque sano y bueno, y apareciendo en el semblante, en la robustez y gallardía del cuerpo, y en la serenidad y viveza del espíritu mucho más joven, le entró la nostalgia de que padecen casi todos los bermejinos, y tomó la irrevocable resolución de retirarse á Villabermeja para acabar allí tranquilamente su vida.
Soldados y marineros juraron obedecer a su capitán. Morsamor entonces dispuso las cosas con arreglo al plan que había concebido y dividió en tres partes sus fuerzas: la marinería al mando del piloto; al mando de Tiburcio lo mejor de la hueste, contándose en ella Juan de Cartagena y Fray Blas de Villabermeja, a quienes excitó para que se luciesen, pagando así la franca hospitalidad con que los había acogido.
Cuando había grandes lluvias, la vereda se hacía intransitable: era lo que llaman en Andalucía un camino real de perdices. Poseía el padre Jacinto una borrica modelo por lo grande, mansa y segura. En esta borrica iba y venía siempre, como un patriarca, desde Villabermeja á la ciudad y desde la ciudad á Villabermeja. Un robusto lego le acompañaba á pie.
Calle V., tío... ¿Cómo quiere V. hacerme creer que no conoce á la hija de su amigo el tío Gorico? Pues digo por tercera vez que no la conozco. Entonces, ¿qué hay que ver en Villabermeja? ¿Ha estado V. para visitar á la chacha Ramoncica? El Comendador tuvo que responder francamente. No la he visitado. Vamos, ya caigo. ¡Qué bueno es V.!
La última vez que estuve en Villabermeja ya habían salido á luz Las Ilusiones del Doctor Faustino. D. Juan Fresco me mostró en un principio algún enojo de que yo hubiese sacado á relucir su vida y las de varios parientes suyos en un libro de entretenimiento; pero al cabo, conociendo que yo no lo había hecho á mal hacer, me perdonó la falta de sigilo.
Cierto que yo no he visto ni conocido más gente en mi vida que la de esta ciudad y la de Villabermeja; pero adivino y veo claramente que ha de haber duquesas y hasta princesas cuyo barniz no me engañaría ni me alucinaría. Yo conocería al momento que era falso y de relumbrón, y que en el fondo eran aquellas damas más vulgares que tu cocinera.
La frialdad de sus relaciones no hacía necesario más frecuente trato. No bien supo el Comendador el resuelto proyecto de boda entre D. Casimiro y Nicolasa, fué á Villabermeja; visitó á la chacha Ramoncica y tuvo una larga conferencia con ella, de cuyo objeto se enterará más tarde el curioso lector. Después de esto se volvió á la ciudad D. Fadrique.
Don Fadrique y el P. Jacinto iban y venían á Villabermeja; pero estaban más tiempo en la ciudad. La donación de los bienes de D. Fadrique se había hecho en toda regla y con el posible sigilo. Don Fadrique vivía modestamente de su paga de oficial retirado. Habitaba, no obstante, en Villabermeja la casa del mayorazgo, alhajada con los preciosos muebles que trajo cuando vino.
Palabra del Dia
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