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Actualizado: 27 de julio de 2025
Era muy de mañana cuando trajo un criado desde Villabermeja una carta para D. Fadrique. Don Fadrique la leyó rápidamente, estando en la cama aún. Se levantó á escape, se vistió y se fué al convento de Santo Domingo en busca de su maestro. El padre acababa de levantarse y recibió á Don Fadrique en su celda. Sentados ambos, como en la otra celda de Villabermeja, hablaron de este modo.
Tío dijo por último Lucía con la mayor gravedad que pudo, V. no es el viejo rabadán. El viejo rabadán es de Villabermeja como V.: hace dos años que está establecido aquí, y merece, en efecto, las calificaciones que le prodiga el poeta, porque está muy asendereado y estropeado. El viejo rabadán se llama D. Casimiro. V. debe de conocerle.
Durante el año y medio, que tan rápidamente hemos recorrido, el Comendador había vivido, ya en Villabermeja, ya en la ciudad en casa de su hermano; pero más en la ciudad que en Villabermeja. El afecto hacia Clara le atraía á la ciudad; pero, como Clara andaba muy distraída en sus amores y era muy dichosa, no consolaba tanto las melancolías del Comendador como su rubia sobrina.
No desdeñe V. al nuevo ahijado que le presento, aunque no valga lo que Pepita, y créame su afectísimo y respetuoso servidor. *El Comendador Mendoza.* Á pesar de los quehaceres y cuidados que me retienen en Madrid casi de continuo, todavía suelo ir de vez en cuando á Villabermeja y á otros lugares de Andalucía, á pasar cortas temporadas de uno á dos meses.
Por ella consta que un bermejino, pues al cabo bermejino era Mutileder, ya que Vesci era la Villabermeja de entonces, rivaliza con Salomón y viene a hacer el brillante y extraordinario papel que verá el que siguiere leyendo.
El cabello de Doña Clara era negrísimo, las manos y el pie pequeños, la cabeza bien plantada y airosa. Ambas amigas iban vestidas de negro, con mantilla y basquiña, y algunas rosas en el peinado. Lucía dijo á su amiga la indisposición de su madre, y que su tío el Comendador, recién llegado de Villabermeja, las acompañaría en el paseo.
La idea, ó mejor dicho, la teoría novísima, tal como estaba en la mente de D. Fadrique, era en compendio la siguiente: Entendía el filósofo de Villabermeja que había una ley providencial y eterna para la historia, tan indefectible como las leyes matemáticas, según las cuales giran en sus órbitas los astros.
Se contentó con rogar á su maestro que no se volviese á Villabermeja, que siguiese frecuentando la casa de Doña Blanca y que tratase de desvanecer todo recelo en dicha señora, prometiéndole no hablar con Clarita de la proyectada boda ni decirle nada en contra de los deseos de su madre. El Comendador quería meditar, y meditó largamente, sobre el asunto.
Así venció Nicolasa los obstáculos todos y aseguró su proyectada boda con D. Casimiro. La fama difundió al punto la noticia por toda Villabermeja; salvó luego su término y la llevó á la ciudad, y á los oídos del Comendador, de su familia y de los señores de Solís. El Comendador había sido visitado por D. Casimiro y le había pagado la visita. No se habían hallado en casa y no se habían visto.
Don Carlos salió á caballo con un su criado; y D. Fadrique, á caballo también, se unió con él en el ejido, y le acompañó más de una legua, dándole esperanzas y hablándole de sus amores. Al llegar á una encrucijada, D. Fadrique se despidió cariñosamente del joven, y tomó el camino de Villabermeja con el intento de conferenciar con el padre Jacinto.
Palabra del Dia
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