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Pero en el aire quedaba flotando una verdad difusa y pesada: que Escobar había triunfado; que Belarmino hablaba un idioma inteligible para él y un tanto para Escobar, y que uno y otro eran personas de especie distinta y acaso de naturaleza superior. A oídos de Apolonio llegaron las nuevas de lo sucedido. La envidia es clarividente; pero mira con vidrios de aumento.

A fin de refrescar un poco el interior, corrió Artegui las cortinillas todas ante los bajos vidrios, y una luz vaga y misteriosa, azulada, un sereno ambiente, formaban allí, algo de gruta submarina, añadiendo a la ilusión el ruido del tren, no muy distinto del mugir del Océano.

Cuando me dijo usted aquellas palabras manifestó D. Benigno, quitándose los anteojos para limpiar los vidrios que se habían empañado ligeramente me quedó en el primer momento en éxtasis y como deslumbrado. Después tuve la suerte de no dejarme alucinar por las pasiones, y de ver claro en un asunto tan expuesto al error.

Los vidrios emplomados de dos grandes rosetones abiertos en lo alto de las paredes de la gran nave central dejaban paso a una triste claridad que se extendía como blanco mantel delante del altar mayor.

Era cerca del anochecer cuando Josefina, decidida a pedir a su madre que la ayudase a facilitar la reconciliación con Aldea, cruzaba la galería, en cuyos vidrios venían a dar los últimos resplandores del día. Al ver entornada la puerta, miró hacia dentro. El salón estaba casi oscuro; todo era sombra.

Brillaban los peñascos de basalto, semejantes a bloques de metal; centelleaban, cual si fuesen proyectores eléctricos, los tejados y los vidrios de las casas de la playa; los bosques despedían luz: cada hoja era un espejo. Los remates de las torres y los mástiles de los buques anclados en la bahía serpenteaban como espadas ígneas por encima de la niebla.

Prepárate, querida dijo acariciando la mejilla de Marta; el médico, nuestro tío, ha llegado. En seguida me hizo una seña y salí detrás de él. Junto a la cuna del recién nacido encontré a un hombre ya viejo, cuya barba gris no había sido afeitada por varios días, la nariz chata y roja y dos ojos vivos e inteligentes que me miraban sonriendo detrás de los brillantes vidrios de sus antiparras.

Aquella noche, en el templo solitario todo estaba en orden, pero en el ventanal gótico faltaba la figura blanca, y por el hueco de contorno humano que formaban los plomos sin vidrios, se veía en el cielo el parpadear misterioso de los astros. En el pensamiento y la memoria de las gentes quedó clara y viva la impresión del milagro. ¿Fue antojo de imaginaciones turbadas? ¿Fue realidad?

Ana, apoyada la cabeza en las sobadas almohadillas de aquel coche viejo, cerraba los ojos, fingía dormir y escuchaba el ruido atronador y confuso de vidrios, hierro y madera de la diligencia desvencijada, y se le antojaba oír en aquel estrépito los últimos gritos de la despedida.

Forman cerrada techumbre en el espacio las flechas despedidas por los indios con vigorosa destreza, y de las finas corazas el temple ponen a prueba, hasta parecer dudoso lo eficaz de su defensa; llegan, hieren y rebotan sin un instante de tregua y es pavoroso redoble el que sin cesar resuena, imitando el que produce de granizo nube espesa, cuando los vidrios azota con iracunda violencia.