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Actualizado: 26 de julio de 2025
Gallardo se ocultó entre barreras, huyendo de la protesta injuriosa que levantaba su presencia. Allí permaneció, cansado y jadeante, con una pierna dolorida, sintiendo en medio de su desaliento la satisfacción de verse libre del peligro.
Para tener una idea exacta de la casita de Milly, donde mi madre y nosotros nos encontrábamos relegados en invierno como en verano, puede verse la descripción hecha en mis Confidencias y la composición poética titulada La tierra natal.
Había conocido á su capitán actual cuando éste era pequeño é iba á pescar con su tío. En dicha época, Tòni era ya marinero en un laúd de cabotaje, superioridad de años que le había autorizado para tutear á Ulises. Al verse ahora bajo sus órdenes, quiso modificar el tratamiento, pero el capitán no lo consintió. Tòni y él eran tal vez parientes lejanos.
Estaba en la situación más favorable a su deseo que pudo soñar mujer amante: para ella querer era poder, y en vez de fijar el día del casamiento, constantemente lo aplazaba, cuándo con astucia, cuándo con energía, ya fingiendo prolongar la vanidosa satisfacción de verse deseada, ya mostrando recelo de que al ser poseída mermase la vehemencia del amor que había inspirado, ya negándose clara y resueltamente.
A las cuatro estaba en la plaza de la Concordia, con la cara en alto y los ojos bien abiertos, al lado de otras gentes unidas á él por cordiales relaciones de compañerismo. Eran como los abonados á un mismo teatro, que en fuerza de verse acaban por ser amigos. «¿Vendrá?... ¿No vendrá hoy?» Las mujeres parecían las más vehementes.
Pobre y hambriento me abandonaron, y después de setenta años me encuentro igual en el mismo sitio. ¡Hermoso porvenir...! Sea usted honrado, trabaje usted mucho, para verse arruinado, sin otro recurso que pedir limosna en la puerta de San Juan a los hijos de mis amigos.... ¡Ay, mi pobre tienda...! Ha naufragado el barco, y el capitán debe morir. ¿Dónde está la veleta...? ¿Se la han llevado...? ¡Qué aprisa anochece...! ¡Cómo me rueda la cabeza...! ¡Viejo, que te caes...! ¡Señor...! ¡Señor...! ¡Así!
El navío daba fondo en el patio, los brutos eran desenganchados, el mayoral bajaba de lo alto de su trono, y los viajeros, que aún se mantenían con la cabeza inclinada, y muy agachados, resabio de cuando atravesaron el portal, notaban al fin que no tenían el techo en la corona, se admiraban de verse con vida, y descendían también.
Ha, señor, si se figurara vm. qué cosa tan inaguantable es halagar sin diferencia al negociante viejo, al letrado, al frayle, al gondolero, y al abate; estar expuesta á tanto insulto, á tantos malos tratamientos; verse á cada paso obligada á pedir prestado un guardapesillo para que se le remangue á una un hombre asqueroso; robada por este de lo que ha ganado con aquel, estafada por los alguaciles, y sin tener otra perspectiva que una horrible vejez, un hospital y un muladar, confesaria que soy la mas malbadada criatura de este mundo.
Y en dos saltos franqueó la puerta y la barrera, ganó la playa que estaba próxima y pudo verse cómo se arrojaba al mar con su caballo... Entonces ocurrió un suceso bastante raro.
Lo que dice el autor en cuanto á haberla perdido de vista en la isla de Santiago, no parece verdad; porque la Ursa Mayor aun puede verse, desde esta isla, 600 leguas hácia mediodia, donde es su mayor elevacion, como se puede hacer patente en el globo celeste.
Palabra del Dia
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