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Actualizado: 26 de julio de 2025


Al verse Inés y Cristeta cruzaron unas cuantas frases llanamente afectuosas, y según hablaban fueron entrando a un cuarto, en cuyas paredes se veía hasta media docena de litografías con color que representaban caballos y carruajes de distintas formas, láminas arrancadas sin duda del catálogo de algún constructor de coches.

Al verse sobre un saliente de la costa, libre ya de la absorción de las olas, se extinguió de golpe su energía. El agua que goteaba su cuerpo era roja, cada vez más roja, esparciéndose en regueros por las verdes anfractuosidades de la piedra. Sintió un dolor inmenso, como si todo su organismo hubiese perdido el amparo de su envoltura, quedando expuesta al aire la carne viva.

Cuando el hombre discurre no anda en actos reflejos sobre su pensamiento, así como los ojos cuando miran no hacen contorsiones para verse á mismos.

Luego colgó de ella su ferreruelo, á fin de que no pudiera verse nada desde afuera, y miró si había alguna rendija. La puerta era nueva y encajaba bien. Henos aquí metidos en un paréntesis dijo don Francisco. Lo que es yo, me encuentro en un paréntesis de mi vida.

Poco después el fraile y el poeta estaban dentro de la casa, cuya puerta volvió á cerrarse. Hora y media antes de los últimos sucesos podía verse en la casa donde acababan de entrar Quevedo y el padre Aliaga, un extenso salón magníficamente engalanado.

426 ¡Cuantas veces al cruzar en esa inmensa llanura, al verse en tal desventura y tan lejos de los suyos, se tira uno entre los yuyos a llorar con amargura! 427 En la orilla de un arroyo solitario lo pasaba, en mil cosas cavilaba y, a una güelta repentina, se me hacía ver a mi china o escuchar que me llamaba.

Empezaba á pesarle la autoridad de su esposa. ¿De qué le servía haber llegado á héroe nacional, si Guadalupe le inspiraba un miedo superior á su voluntad? No valía la pena haber hecho una revolución para verse privado de realizar sus gustos.

Iba a arriesgar una proposición que significase algo positivo, a solicitar una promesa de verse al otro día en lugar menos público que la cubierta de paseo, cuando ella le miró imperiosamente y dijo en voz queda: A las doce... Le espero a las doce.

Conocida la persona y sus felices circunstancias, se comprenderá fácilmente la dirección que tomaron las ideas del joven Santa Cruz al verse en las puertas del mundo con tantas probabilidades de éxito.

Sonrió desdeñosamente al insistir don Marcos en la esgrima del sable. El tenía una esgrima suya: irse sobre el adversario y pegar antes que éste. Pero en el cuerpo á cuerpo prefería el cuchillo. Con el revólver jamás se entretenía en apuntar. No disparaba hasta verse junto al enemigo, y así el tiro era seguro. ¿Y la pistola de desafío? preguntó el coronel. La desconozco.

Palabra del Dia

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