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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
En tocando á este punto le daban arrebatos de santa cólera, y entonces no se la podía aguantar. Pero de repente la insoportable beata se volvió del revés; el fondo de su carácter era una volubilidad extremada. Acompañábala algún militar joven ó algún abate verde.
Sobre sus mismos ribazos se descubren algunas vírgenes selvas, entre cuyo follage de diversos tintes sobresalen los penachos de los agigantados mambúes ó cañas tacuaras, contrastando con la hoja elegantemente recortada de los lambaibas, ó con el verde oscuro de la palmas motacúes.
Antes de abrirla se detuvo un instante, avergonzándose de su presunción. ¿Cómo había llegado a suponer... ¿Pero por qué diablo se le había metido en la cabeza?... Y, sin embargo, no podía desecharla. Era ella, era ella; no le cabía duda alguna. Levantó el pestillo de la gran puerta de madera pintada de verde, y entró. La corrada era grande. Veíanse arrimados a la pared varios enseres de labranza.
El cura creyó suficientes sus explicaciones; y, muy satisfecho del símil, cuya exposición le había hecho sudar, se limpiaba el cogote con su pañuelo verde con rayas blancas, sin cuidarse ya de que aquel caballero, que parecía tonto, hubiese comprendido o no.... El secreto de la confesión y la buena memoria de D. Diego no le permitían a él ser más largo ni más explícito.
Recordó la romería de San Blas, en la carretera de la Fábrica Vieja; aquella tarde de sol que era una fiesta del cielo; la torre de la catedral allá arriba, como en la cúspide de un monumento, encaje de piedra obscura sobre fondo de naranja y de violeta de un cielo suave, listado, de nubes largas, estrechas, ondeadas, quietas sobre el abismo, como esperando a que se acostara el sol para cerrar el horizonte.... Sin saber cómo, San Blas anunciaba la primavera; Ana esperaba ya aquellos días en que, con largos intervalos de mal tiempo, aparece un poco de luz que arranca vibraciones de alegría y resplandor al verde dormido de los campos vetustenses; aquellos días que son algo mejor que Abril y Mayo; su esperanza.
Domináronle las emociones del juego, hasta el punto de hacerle olvidar algunas veces a la gran señora, que era para él lo más interesante del mundo. ¡Jugar con lo mejor de Sevilla! ¡Verse tratado como un igual por los señoritos, con la fraternidad que crean los préstamos de dinero y las emociones comunes!... Una noche se desprendió de golpe sobre la mesa verde una gran lámpara de globos eléctricos que iluminaba la pieza.
Además no había en Sarrió piloto o marinero que se las pudiese haber con él en lo referente a la mar, lo mismo en el conocimiento del tiempo, que en las maniobras de los barcos; en todos los secretos de la navegación. La lucecita verde se iba acercando con lentitud.
Sobre el duro azul de un celaje no empañado por la más leve bruma, ondean las flámulas, colocadas en mástiles a la veneciana alrededor del baluarte de la Puerta del Castillo, y sus gayos colores no desdicen del júbilo radiante del cielo y de la estrepitosa y alegre multitud. Arcos y ondas de follaje verde corren de mástil a mástil, disonando y contrastando con el tono cerúleo del firmamento.
Había hecho de la sala despacho y oficina, y trabajaba en ella, a la luz de una lámpara con pantalla verde que derramaba un círculo de claridad sobre la mesa. Un hombre acompañaba a Melchor, trabajando con él en la misma mesa.
Las cuentas que echó y los cálculos que hizo sólo él podría decirlos: debió de recordar que el bolso verde estaba vacío; acaso se dijo que la verdadera limosna es la que no con dinero, sino con el propio esfuerzo se hace... Tal vez vinieron, a su pensamiento memorias a él solo reservadas... Ello fue que mirando compasivamente al cantero le dijo en voz baja, como confiándole un secreto: Mi padre y mis hermanos fueron canteros... Cuando chico, yo también aprendí, el oficio. ¡Yo te ayudaré!
Palabra del Dia
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