United States or Zambia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y con la tranquila serenidad de los que no tienen por qué ocultar su amor, se besaron ruidosamente, sin fijarse en el asombro de la mujer del ventorrillo que recogió la botella. El cochero, sin aguardar órdenes, arreó los caballos camino de Madrid. Ya tenemos ama murmuraba soltando latigazos a sus bestias . A casa pronto, antes que el señorito se arrepienta.

Paréceme que suena gritería en la quinta. Sin duda vienen á apagar el fuego. Pues andemos de prisa, si es que yo puedo. Ya no dan con nosotros; está muy lejos y por aquí hace obscuro. Pues silencio, no nos sientan. Siguieron caminando en silencio. Poco después estaban sobre el camino, y al cabo entraron en un ventorrillo.

Mas allá departen sobre el precio de los pellejos de vino algunos manchegos cosecheros, ó echan sus cuentas sobre la escasez de los trigos, á la puerta de un ventorrillo de esquina, entre uno y otro largo trago de Valdepeñas; con la manta amarillenta de lana burda recogida sobre un brazo, medio levantado por delante el fieltro de anchas alas, y dándole á la conversacion ese acento perezoso de los paisanos del inmortal Caballero de la triste figura.

La larga habitación, semejante a un ventorrillo de moros, estaba atestada de cofres de piel y de hierro, que parecían del tiempo del Cid, y de estrechas tarimas cubiertas de mantas inmundas. Al entrar, las narices se llenaban de un tufo acre y caliente. Nunca faltaban sobre el piso de tierra películas de ajo y pedazos de naipes.

Aquella vez, como otras muchas, lord Gray esquivaba tratar el asunto. ¿Con que quiere usted que le una lección? me dijo después. ; pero tal, que con ella aprenda de una vez todo lo que encierra el noble arte de la esgrima; porque, milord, tengo que matar a uno. Es cosa fácil. Le matará usted. ¿Vamos a casa de milord? No; vamos al ventorrillo de Poenco.

Por fin no pudo resistir; colose dentro del ventorrillo, y tomando asiento junto a una de aquellas despintadas mesas, empezó a palmotear para que viniera el mozo, que era el mismo Tartera, un hombre gordísimo, con chaleco de Bayona y mandil de lanilla verde rayado de negro.

Afuera, la viuda y los hijos, con la resignación de una desgracia luengamente esperada, medían copas y atendían a los parroquianos sentados en las inmediaciones del ventorrillo. Los gañanes de Matanzuela bebían, formando un gran corro. Don Fernando, de pie en la puerta de la choza, contemplaba la vasta llanura, sin un hombre, sin una bestia, con la monótona soledad del domingo.

Tomé un bocado al rayar el día, en el ventorrillo de Dunán.... Pero allí dejé también la última moneda que me quedaba y por eso necesito llegar esta misma noche á Corvalle, donde nada me faltará. ¡Si vierais á mi hijo, tan arrogante, tan generoso! Olvido mis tribulaciones al figurármelo con su verde sayo de montero, bordadas sobre el pecho las armas del rey.