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Actualizado: 16 de junio de 2025
Cerré el ventanillo, me alejé taconeando y volví de puntillas.
¿Ahora salimos con eso? ¿Para qué me lo preguntas si lo sabes? replicó el chico, requiriendo el palo y el lío . Bien sabes que voy a aprender mucho y a ganar dinero.... ¿No te dije que esta noche?... pues aquí me tienes, más contento que unas Pascuas, aunque algo triste, cuando pienso lo que padre y madre van a llorar.... Mira, Nela, la Virgen Santísima nos ha favorecido esta noche, porque padre y madre empezaron a roncar más pronto que otras veces, y yo, que ya tenía hecho el lío, me subí al ventanillo, y por el ventanillo me eché fuera... ¿Vienes tú o no vienes?
Después de unos cuantos cumplimientos triviales, a los que ella respondió con extremada reserva, se quedó cortado golpeando con expresión indecisa la tabla del ventanillo y como molesto por aquella límpida mirada que formulaba claramente esta pregunta: No es a la señorita Raynal a quien debe estar dedicada esta visita; ¿qué quiere usted, pues?
Después de dar algunos pasos por el corredor, todavía se volvió para mirar otra vez por el ventanillo. Le costaba trabajo arrancarse de aquel sitio donde la compasión le tenía clavado. Cuando salieron no hallaron a la puerta a Carlota y Presentación. El cochero les dijo que las dos señoras se habían ido llorando por el camino de la derecha. No estarían lejos.
Lo primero que se le ocurrió fue hacer saltar de un bastonazo el ventanillo y llamarle, por tranquilizarse escuchándole contestar; pero desde el sitio donde solían ponerle la butaca, junto al balcón del comedor, era difícil que oyera: hablarle desde las ventanas de los vecinos que daban al patio, también era inútil; y mientras rápidamente lo concebía, la imaginación le presentaba a los ojos a su padre postrado en la butaca, silencioso, triste, en cruel soledad toda la tarde.
Le dio un vuelco el corazón: era la voz de su madrastra. Al instante se abrió el ventanillo y le preguntaron: ¿Qué deseaba V.? ¿La señora viuda de Rivera?... Sí señor dijo la criada abriendo la puerta. En aquel momento Miguel estaba, sin saber por qué, completamente sereno. ¿Cómo es su gracia? Miguel Rivera. Voy a avisar: tenga V. la bondad de aguardar un instante.
En aquel mismo instante subían Barbarita y Estupiñá cargados de paquetes de compras. Jacinta les vio por el ventanillo y huyó despavorida hacia el interior de la casa, temerosa de que le conocieran en la cara el desquiciamiento que aquel condenado hombre había producido en su alma. v ¡Cómo estuvo aquel día la pobrecita! No se enteraba de lo que le decían, no veía ni oía nada.
Fortunata se habría dejado llevar del primer impulso de cólera, si en su alma no hubiera nacido otro impulso de tolerancia, unido a cierta relajación de conciencia. Se calló, y en aquel instante llamaron a la puerta. «¡Llaman!... No abra usted, no abra usted» dijo con presentimiento de un cercano peligro. ¿Por qué, señorita?... ¿A qué esos miedos...? Miraré por el ventanillo.
Sin embargo, a medida que la luz de la pálida mañana entra por el ventanillo, vuélvele la memoria y la conciencia de sí misma. Llama a Chinto ceceándolo. ¿Qué quieres, mujer? Vas a ir corriendo al cuartel de infantería.... Parece que ahora no sale la tropa de los cuarteles. Bueno. Si no está allí don Baltasar, a su casa.... ¿La sabes? La sé. ¿Qué le digo?
Se abrió el ventanillo, que además de la compuerta tenía una reja de hierro, y asomó las narices el tío José, un paisanuco viejo y narigudo. ¿Qué ocurre? preguntó con sorpresa. Ya sabrá usted respondió Nolo bajando cuanto pudo la voz que Demetria ha desaparecido... Sí, eso me han dicho antes de acostarme. Pues bien, dicen que la han visto hablando con Plutón.
Palabra del Dia
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