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Actualizado: 11 de julio de 2025
Madó Antonia, que le había visto nacer servidora respetuosa de las glorias de la familia , movíase desde las ocho en la habitación, para despertarle. Pareciéndole escasa la luz que penetraba por el montante de un amplio ventanal, abrió las hojas de madera carcomida, desprovistas de vidrios.
En el crucero de la nave había un ventanal gótico guarnecido de vidrios de colores, industria moderna que reproducía con fidelidad pasmosa una composición antigua, donde estaba pintada, como en un transparente mágico, el sublime episodio de que hablan los Evangelios cuando refieren cómo Jesús echó a los mercaderes del templo.
Salió. En la meseta amplia de la monumental escalera encontró a Carmencita: estaba apoyada en la maciza reja del ventanal, y miraba al cielo o al campo ensimismada. Al sentir las espuelas de Salvador en la escalera, se volvió hacia él sonriendo, y observándole muy atenta, preguntó: ¿Le mandaste al padrino alguna medicina? Bajaba el mozo embargado de emociones.
Las cortinas bien corridas sobre el ventanal de cristales, la chimenea ardiente esparciendo palpitaciones de púrpura como única luz de la habitación, el monótono canto del samovar hirviendo junto á las tazas de té, todo el recogimiento de una vida aislada por el dulce egoísmo, no les permitió enterarse de que las tardes iban siendo más largas, de que afuera aún lucía á ratos el sol en el fondo de los pozos de nácar abiertos en las nubes, y que la primavera, una primavera tímida y pálida, empezaba á mostrar sus dedos verdes en los botones de las ramas, sufriendo las últimas mordeduras del invierno, negro jabalí que volvía sobre sus pasos.
Cada habitación del palacio era tan vasta como una casa moderna. El ventanal carecía de vidrios, como los demás huecos del edificio, y en invierno había que mantenerlos todos con las hojas cerradas, sin más luz que la que entraba por los montantes, cubiertos de cristales resquebrajados y opacos por el tiempo.
Este mundo incierto, mentiroso, no es para mí. Telón corto. Sala locutorio en San José de la Penitencia. Puertas laterales, al fondo un ventanal, de donde se ve el patio. DOROTEA. Ha llegado hace un rato: en el despacho con la Superiora y la Hermana Contadora. EVARISTA. Allí le encontrará Urbano. Mientras ellos hablan allá, cuénteme usted, Hermana Dorotea, lo que hace, piensa y dice la niña.
Palabra del Dia
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