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Actualizado: 9 de julio de 2025


Estas sandeces dijo Salvador creciéndose más son para demostrarte que Dios, a quien , llevado de una piedad absurda, crees cómplice de tus violencias y de tus sañudas venganzas, es quien te ha burlado y me ha protegido. ¡Qué bien y con cuanta oportunidad ha deshecho tus combinaciones implacables, permitiendo que llegara un día como este, en el cual voy a desarmarte para siempre!

¿Hay quien de vosotros diga, Si mi rescate comienza, Si mi cautiverio acaba, Si mi descanso se acerca? ¿Quándo el Dios de las venganzas Y de batallas sangrientas, Trocado en cordero humilde Dejará á la muerte muerta? ¿Y del poder del pecado, Potentado de la tierra Turco Solimán... Me librará? ¿Quándo lloverán las nubes El pan, que el santo amor siembra,

Escribir la crónica de sus hazañas, de sus venganzas, de sus manejos, fuera cuento de nunca acabar. Para que nadie piense que sus proezas eran cosa de risa, importa advertir que algunas de las cruces que encontraba el viajante por los senderos, algún techo carbonizado, algún hombre sepultado en presidio para toda su vida, podían dar razón de tan encarnizado antagonismo.

Los maliciosos insinuaban que Simoun no se arriesgaba á quedarse solo, que, perdido su apoyo, no quería esponerse á las venganzas de tantos explotados y desgraciados, con tanto más motivo cuanto que el General que iba á venir, pasaba por ser un modelo de rectitud y acaso, acaso le haga devolver cuanto había ganado.

De los manuscritos de D. Agustín Durán, mencionaré también: La despreciada querida, de José Antonio García de Prado, autógrafa, acabada en París el 1.º de agosto de 1625. Venganzas hay, si hay injurias, autógrafa, de Antonio de Batres, con licencia de 1632. El divino portugués San Antonio do Padua, de Bernardino de Obregón, fecha en 1623.

Claro... ¿A qué vienen esos odios y esas venganzas de melodrama? dijo gozoso don Evaristo . Para perderse nada más. ¡Dichoso el que sabe elevarse sobre las pasiones de momento y atemperar su alma en las verdades eternas! Y para su sayo habló de este modo: «Tan metafísico está este chico, que nos viene como anillo al dedo».

¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre, o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote; digo de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona!

Tan conmovido estaba por su vehemencia, que hasta llegó á olvidarse del sexo de su única oyente. Todas las abominaciones de la época actual las atribuía á las mujeres, describiendo á continuación el período de justicia y de bienestar que seguiría al triunfo de los hombres. Como había sufrido mucho, su rencor de perseguido exigía venganzas.

Los veinte años que acababan de transcurrir acudían á su memoria llenos de malos procederes, de acciones pérfidas, imaginadas por ella para atormentar á Roussel, y ante la afección, tan sencillamente expresada, que éste experimentaba por aquel joven, la solterona comprendía porqué sus venganzas habían resultado infructuosas y que si sus artimañas no habían producido efecto, era porque el corazón de su enemigo no ofrecía más que un punto vulnerable.

Sentía el ansia de ver mundo, de estudiar por mismo las miserias sociales y las fuerzas de que disponían los desheredados para su gran transformación. Además, veíase molestado por la vigilancia de la policía francesa, a causa de sus íntimas relaciones con los estudiantes rusos del Barrio Latino, jóvenes de mirada fría y lacias melenas, que osaban implantar en París las venganzas del nihilismo.

Palabra del Dia

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