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No puedo olvidarme... por ella misma... por vos. No os entiendo. No debéis venir á mi casa, os lo repito. ¡Ah! ¡vos os vengáis! Justo sería; pero no me vengo, no me puedo vengar. Me domináis, no me pertenezco, porque os pertenezco entera, porque soy lo que vos queréis que sea. ¡Dorotea! ¿conque pretendíais engañarme?

Es que no puede darse menos á un hombre como vos; contáos casi seguramente por capitán, y para que pueda enviaros la real cédula, dejadme noticia de vuestra posada. No todavía cual ésta sea. ¡Ah! pues entonces, volved por acá dentro de tres días. Para que podáis verme á cualquier hora, decid cuando vengáis que os envía el rey. Muy bien, padre.

Que, ahora vengáis uno a uno, como pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo.

Gualtero y Roger tomaron asiento entre Reno y Simón, sin que su llegada acallara por un momento el bullicio. ¡Cerveza ó vino, camaradas! gritó Simón. Que elija cada cual y no me vengáis con arrumacos, porque la mezcla emborracha y ha de ser una cosa ú otra. Aquí está tu cubilete, Rubén, rebosando vino generoso. ¿Sabéis la noticia, barbilindos? No. ¿Qué es ello? dijeron ambos escuderos.

Os ruego que vengáis, reverendo señor; de otro modo no os hallaréis en estado de cumplir vuestros deberes mañana domingo. ¡Ah! ¡Ved cómo los libros perturban el cerebro! ¡Estos libros, estos libros! Debéis estudiar menos, buen señor, y procuraros algún recreo, si no queréis que estas cosas se repitan. Iré con vos á mi casa, dijo el Sr. Dimmesdale.

Doña Clara leyó: «Venid esta noche á las dos; yo os esperaré y os abriré. No faltéis, que importa mucho. MargaritaOtra dijo la reina. «Os he estado esperando y no habéis venido; ¿en qué consiste esto? ya sabéis cuánto me importa que vengáis. Os ruego, pues, que no me obliguéis á escribiros otra vez. Venid por el jardín á las doce y encubierto. Margarita

PÁEZ. Y trae su persona acompañada De una bella morisca rebozada. Salen ABINDARRÁEZ y JARIFA, de camino. ABIND. Danos, ilustre Narváez, Los pies a y a mi esposa. NARV. Bien vengáis, Jarifa hermosa, Y vos, noble Abindarráez. ABIND. Bien merezco lauro y palma De la merced que recibo, Pues siendo el cuerpo el cautivo, Te vengo a traer el alma.

4 Y también, ¿qué tengo yo con vosotras, Tiro y Sidón, y todos los términos de Palestina? ¿Queréis vengaros de ? Y si de os vengáis, bien pronto haré yo recaer la paga sobre vuestra cabeza. 5 Porque habéis llevado mi plata y mi oro, y mis cosas preciosas y hermosas metisteis en vuestros templos;

Primero que vengais al trance duro Desta resolucion que haveis tomado, Pareceme ser bien, que desde el muro Nuestro fiero enemigo sea avisado, Diciendole que campo seguro A un Numantino, y otro su soldado, Y que la muerte de uno sea sentencia Que acabe nuestra antigua diferencia.

El no haber dado crédito á los sabios consejos de los Misioneros y el admitir de nuevo públicamente la amiga, son la causa de esta mi sempiterna desventura, oid vosotros de buena gana la santa doctrina y poned en ejecución cuanto en bien de vuestras almas se os enseña, para que no vengais conmigo á llorar inconsolablemente en el infierno aquellas culpas y yerros que para borrarlos no me será bastante una eternidad de suplicios