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Una negra vieja que en otro tiempo había pertenecido a su familia y había sido vendida en Buenos Aires, lo reconoce; sabe que está detenido: «Amito le dice , ¿cómo no me había avisado? En el momento voy a conseguirle pasaporte. ¿?

Fuí vendida, es cierto; pero amé con toda mi alma al dueño que me compró, y el ingrato ahora me abandona por una muger de linage, porque el profeta le autoriza á tener á un tiempo mugeres y esclavas ; y no contento con arrancarme un corazon que la ley natural habia ya hecho todo mio, me vende á un hombre que aborrezco pudiéndome tener consigo !

Señora, soi de Granada, Y de suerte ansi abatida, Qual lo muestra el ser vendida, Y á cada paso comprada. Dicen que fui rica un tiempo, Pero toda mi riqueza Se ha vuelto en mayor pobreza, Y ha pasado con el tiempo. Has algun tiempo tenido Enamorado deseo? Al estado en que me veo El crudo amor me ha traido. Fuiste acaso bien querida?

A lo cual replicó Lope que los carneros de Berbería ordinariamente tienen cinco cuartos, y que el quinto es de la cola, y cuando los tales carneros se cuartean, tanto vale la cola como cualquier cuarto; y que a lo de ir la cola junto con la res que se vende viva y no se cuartea, que lo concedía; pero que la suya no fué vendida, sino jugada, y que nunca su intención fué jugar la cola, y que al punto se la volviesen luego con todo lo a ella anejo y concerniente, que era desde la punta del celebro, contada la osamenta del espinazo, donde ella tomaba principio y decendía, hasta parar en los últimos pelos della.

El día que supo que una de aquellas que había en la exposición estaba vendida en tres mil duros no pudo menos de abrazar y besar a su yerno. El mismo D. Pantaleón, aunque refractario a estas frivolidades, pasó por la exposición para ver la obra de su hijo político.

Lo cierto era que la Gorgheggi no amaba a su tirano y le había sido infiel de todo corazón desde la primera vez; pero al verse vendida, le dolió el orgullo; creía que Mochi estaba loco por ella, y cuando advirtió que era cómplice de sus extravíos, lo cual demostraba que no había tal pasión por parte del tenor, se sintió más sola en el mundo, más desgraciada, y experimentó el despecho de la mujer coqueta que, sin querer ella, desea que la adoren.

Aquella provisión había sido vendida á un soldado viejo llamado Juan Fernández, y éste la había revendido al señor Juan Montiño. Ya veis si he sido eficaz; esta mañana cobré los ochocientos ducados de la casa del señor Pedro Caballero, y en seguida me fuí á buscar á un tal Santiago Santos, secretario de Lerma, en su misma casa.

La verdad me anonadaba y una rabia loca empezaba á hervir en mi corazón. Bramaba de rabia, en aquel saloncito en el que había pasado horas tan dichosas, al verme vendida y abandonada á la vez por mi amiga y por mi amante. Sorege en tanto estaba impasible y sin decirme una palabra de consuelo, como si contase para su triunfo con el exceso de mi mal.