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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Tengo un hijo, y aunque uno se ría de ciertos burgueses que justifican sus malas acciones y sus latrocinios con la cualidad de padres de familia, crea usted que esto de la paternidad nos impulsa a grandes cosas y nos hace valerosos como héroes... Usted también va allá por el ansia de dinero. Yo... dijo Fernando con perplejidad ... por el dinero, como usted... Y ¡quién sabe!

Y la mocetona siguió tras él, sumisa como una oveja, formando rudo contraste aquella mujer grande, poderosa, de fuertes músculos, que parecía arrastrada por Teulaí, enteco, miserable y ruin, en el cual únicamente delataban el carácter los alfilerazos de extraña luz que despedían sus ojos. Marieta sabía de lo que era capaz. Hombres fuertes y valerosos habían caído vencidos por aquel mal bicho.

Los del Señorío; cuando Vizcaya era independiente y estaba gobernada por los Jaunes prudentes y valerosos; cuando la mala peste del maketismo no había aún invadido la santa tierra del árbol de Guernica; cuando los vascos en Padura, en Gordexola y en Otxandino hacían morder el polvo á los españoles, del mismo modo que siglos después, en nuestra época, sus descendientes habían derrotado á los guiris y los ches de pantalones rojos que enviaba España para acabar con los últimos restos de sus libertades.

Si algún temor le quedaba de perder la vida, desapareció bajo la caricia de esta falsa gloria... ¡Morir contemplada por tantos hombres valerosos que le rendían el mayor de los honores!... Sintió la necesidad de ser admirable, de caer en postura artística, como si estuviese en un escenario.

Veía la guerra entera á través de la Legión. Todos los franceses eran valerosos. Además, nadie podía adivinar por dónde atacaría el enemigo, y allí donde emprendía la ofensiva encontraba quien le hiciese frente, cortándole el paso. ¡Pero la Legión extranjera!...

Vino luego una compañía de valerosos soldados á domar aquella nación y vengar la muerte del P. Caballero, y llevar su santo cadáver á aquella Reducción. Llegaron allá los españoles al ponerse el sol, por lo cual quisieron esperar al día siguiente para recoger las sagradas cenizas.

Murió pobre, y dejó una familia de pueblos. México tenía mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal, y un cura de pueblo que quería mucho a los indios, un cura de sesenta años.

¡Adios, afortunados mármoles, que nos representais hombres sencillos, valerosos y honrados! ¡Adios, mármoles, que dais testimonio de que existieron en el mundo la barbarie, la valentía, el cumplimiento de la palabra, la lealtad y la buena fe! ¡Adios bustos! ¡Adios prebostes! ¡Adios, cristianos viejos! ¡Adios, vosotros que fuisteis aquí, lo que los antiguos alcaldes fuéron en mi patria! ¡Dios os tenga en su reino, que harto merecen la gloria eterna, los que siendo incultos, supieron ser cristianos!

Y las que se intentan por Dios y por el mundo juntamente son aquellas de los valerosos soldados, que apenas veen en el contrario muro abierto tanto espacio cuanto es el que pudo hacer una redonda bala de artillería, cuando, puesto aparte todo temor, sin hacer discurso ni advertir al manifiesto peligro que les amenaza, llevados en vuelo de las alas del deseo de volver por su fe, por su nación y por su rey, se arrojan intrépidamente por la mitad de mil contrapuestas muertes que los esperan.

El infiel esposo de esta señora, nuestro amigo Regalado, salió del lagar, echó una mirada por el campo y dirigiéndose á los jóvenes que allí había, en el tono zumbón é impertinente que le caracterizaba les habló de esta manera: Llegó el momento, mozos valerosos, de que probéis vuestra enjundia delante de las hermosas de Entralgo.

Palabra del Dia

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