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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Duda, vacila alzándose del suelo al sentirse en Bailén de muerte herida, y abate en Waterlóo su incierto vuelo. Eras tú: mi deseo adivinaba tus rojos labios, tu mirar de fuego, de tu amor las histéricas caricias, el ardiente perfume de tus besos. Eras tú, que surgias en mi mente envuelta entre la niebla de mis sueños, radiante y bella, cual la luna surge del horizonte entre el celaje denso.
Pero ¡esto es absurdo! ¡Esto es desconocer la realidad! Y Sarrió se remueve en su asiento, torna a leer el pasaje, lo lee de nuevo. Sí, esto es negar la evidencia; esto es trastocar el orden natural de los fenómenos. Porque un conejo de monte, siempre, desde el origen de las cosas, ha tardado en cocerse más que uno casero. Y Sarrió siente que su fe en este libro, único para él, vacila.
«Sabedor el pueblo de los funestos acaecimientos de nuestra península, por los impresos publicados en esta ciudad de órden de V. E., y animado de su innata lealtad á nuestro Soberano, y de los sentimientos patrióticos con que siempre se ha distinguido, vacila sobre su suerte futura; y el deseo de que sea la mas conforme á su felicidad y al objeto inalterable de conservar íntegros estos dominios, bajo la dominacion del Sr.
Descubre al fin, comentando las palabras de Federico, que el amor es el motivo de su pena, y su inocente inclinación anterior, aumentándose con la conducta torpe del Duque, degenera poco á poco en pasión poderosa; vacila, duda, teme y lucha, pero al fin se abandona á ella. Luis es nombrado mientras tanto general de las tropas pontificias, y en este concepto se ve obligado á salir al campo.
La llama turbia de la linterna vacila al soplo del viento de la noche. Grandes gotas de lluvia golpetean el suelo. Levanta el cerrojo y empuja la puerta, que se abre de par en par. Una densa humareda azul, de tabaco, le da en el rostro, mezclada con el olor de la cerveza agria.
La más resuelta o entusiasta camina delante; vacila, se detiene, empújanla las que la siguen, páranse todas sobrecogidas de miedo, vuelven las púdicas caras, se alientan unas a otras y, deteniéndose, avanzando tímidamente y empujándose entre sí, llegan al fin a su presencia.
Santos Pérez, pase por acá; siéntese. ¡No! ¿Para qué me ha hecho llamar?» El comandante, sorprendido así, vacila y no sabe qué decir en el momento. Su astuto y osado interlocutor lo comprende, y arrojándole una mirada de desdén y volviéndole la espalda, le dice: «¡Estaba seguro de que quería agarrarme por traición!
Sí, señor, ¿te sorprende? pues lo mismito quedé yo; estaba entretenido, en la acera de enfrente, en ver sacar los muebles de mi señor hermano, y a cada uno que echaban al carro, lo saludaba, diciendo: ¡toma, pillo! ¡toma, ladrón! cuando ¡cataplum! la señora Casilda que llega y se para a la puerta, con el aire de quien vacila, diciendo: ¿Entro o no entro?
No mira a ninguna parte, y parece no ver todos los esplendores que se han preparado para ella. Dos o tres veces vacila y se apoya fuertemente en mi brazo, y otras tantas veces me doy vuelta yo para ver si, por lo menos, está allí Lotario todavía. ¡Alabado sea Dios!... está ahí todavía. En el comedor bulle el samovar, de acuerdo con las órdenes que di a mi hermana antes de su partida.
Palabra del Dia
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