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Actualizado: 28 de mayo de 2025
¿Dónde vais, caballero? dijo á Quevedo un criado de escalera arriba. Quevedo no contestó, y siguió andando. ¿No oís? ¿dónde vais? repitió el sirviente. ¿No lo veis? voy adelante contestó sin volver siquiera la cabeza Quevedo. Perdonad dijo el lacayo, que alcanzó á ver en aquel momento la cruz de Santiago en el ferreruelo de don Francisco.
¡Oh! dijo Silas, que ahora había llegado a comprender la fraseología de Dolly , eso fue lo que cayó sobre mí como un hierro rojo, porque ya lo veis, nadie me quería, nadie me tenía lástima ni en el cielo, ni en la tierra.
Ya lo veis, señor cura... porque nosotras también hemos conocido días crueles, porque Bettina recuerda haber puesto la mesa en nuestro pequeño comedor de un quinto piso en New-York, nos encontraréis siempre prontas a socorrer a los que están, como estuvimos nosotras, en presencia de las dificultades y los dolores de la vida... Y ahora, señor Juan, ¿queréis perdonarme mi largo discurso y ofrecerme un poco de esa crema que parece excelente?
Pues ya lo estáis viendo: como bien, bebo mejor, convido á quien me place, no pido favores á nadie y le traigo á mi novia telas de seda y brocado dignas de una princesa. ¿Qué os parece la paga, mes garçons? ¿Y qué del montón de chucherías y dijes que véis en aquel rincón?
¿Lo veis, don Francisco? ¿Lo veis? me llaman. Allá voy, allá voy, señora mía. Y se acercó al torno. La señora abadesa os ruega que subáis al locutorio. Allá voy, allá voy, madre tornera; ya lo oís, don Francisco. Y Montiño tomó por las escaleras como quien escapa. Andad, que aquí os ospero dijo Quevedo.
Ya veis, don Federico dijo Rafael , que esa leyenda popular arregla desafíos a medianoche y crea duques a pedir de boca. Calla por Dios, Rafael dijo la condesa , y déjanos esta creencia, pues me gusta esa etimología. Sí respondió Rafael ; pero el duque de Alba no le agradecerá a tu madre la ilustración que quiere darle. Ahora veréis lo que hay en el asunto.
El tío Manolillo y yo somos muy antiguos conocidos y tenemos declarada una guerra de chistes. No sé lo que le dije ni recuerdo qué me contestó; pero es el caso que nuestra conversación se hizo formal. Yo no gasto, como vos, antiparras me dijo ; pero es el caso, hermano don Francisco, que veis más claro que yo. ¿Queréis mirar una cosa que yo os muestre, y decirme qué habéis visto en ella?
Tío Manolillo, idos, y no me obliguéis á despacharos; ya veis que aunque hace obscuro, mi hierro huele el vuestro, y siempre le sale al encuentro; en verdad que sois diestro, pero más yo... no me fatiguéis demasiado, hermano, no sea que por descansar os mate.
Don José no se atrevió a chistar; Pepe soltó una carcajada. ¡Qué fuerte te da! ¡Esta es una familia podrida! prosiguió el cura así estáis, así os veis, necesitados, pobres, desamparados, dejados de la mano de Dios; tú, trabajando en esa imprenta como un gañán, y Vd. ¡Hijo mío, líbreme Dios de suponerle tan mezquino que sea capaz de castigarme con reuma por ser progresista!
¿Pero miedo a qué?... Si yo estaba en el ajo... Os diré el último detalle para que os asombréis. Los cañones que puso Pavía en las boca-calles estaban descargados. Y ya veis los que pasó dentro. Dos tiros al aire, y lo mismo que se desbandan los pájaros posados en un árbol cuando dais debajo de él dos palmadas, así se desbandó la asamblea de la República. El almuerzo está en la mesa.
Palabra del Dia
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