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Actualizado: 1 de julio de 2025
De su arrojo siempre han dado y siguen dando pruebas, y no sería justo creer que por el entendimiento y la inspiración estén por bajo de los hombres de otros países. Creer esto equivaldría á creer que en nuestro país ha degenerado la especie humana, porque no ha de suponerse que tengan los uniformes la deplorable virtud de entorpecer y de incapacitar á quienes los visten.
Pero, fenómeno hermoso; aquel ser monstruoso al llegar á la orilla del agua, se fragmentó en grupos ó individuos distintos; vestidos rojos y azules se arrojaban en montones como vulgares ropas, y de todos esos uniformes de sargentos, cabos y simples soldados, veía salir hombres que se arrojaban al agua lanzando gritos de alegría.
Su indignación le hacía considerar como un hecho inaudito y monstruoso la muerte de los cuatro soldados, como si en la guerra sólo debieran caer los enemigos, manteniéndose incólume la vida de sus compatriotas. Llegó un grupo de infantería mandado por un oficial. Al abrirse sus filas vió Desnoyers entre los uniformes grises varios paisanos empujados rudamente. Iban con las ropas desgarradas.
Catorce parroquias resultaron de esta obra de restauracion tan meritoria: siete en la Ajarquía, siete en la Almedina, uniformes en las líneas generales de sus sencillas y humildes fachaditas, en un todo acomodadas á la forma comun de las primitivas basílicas cristianas del Occidente, en que se dibujan las tres naves, central y laterales, y sus vertientes.
No sólo las grandes cumbres de los Alpes eran adoradas como mansión de los dioses y por si mismas, sino que, hasta en las llanuras del Norte de Alemania y de Dinamarca, colinitas que elevan sus lomas por encima de los páramos uniformes, eran Olimpos no menos venerados que lo era el de Tesalia para los griegos.
Fatiga el ánimo la contemplación incesante de unos mismos colores, de unas mismas caras, de unos mismos cuerpos, de unos mismos uniformes, y, sobre todo, de aquel blasón de la casa, de aquella cifra sempiterna reproducida en los muros, en los libros, en las ropas y en los platos.
Y señaló á tres hombres de mar confundidos en la corriente de uniformes diversos y tipos de distintas razas que pasaba rozando las mesas del café. Los había reconocido por sus gorras de seda con visera, sus chaquetas azules y su obesidad grave de marineros mediterráneos que han conseguido cierto bienestar. Debían ser patrones de barca.
Esperaban allí los Grandes que habían de cubrirse y los que habían de apadrinarles, formando un brillante conjunto de vistosos y variados uniformes, entre los que se destacaban las negras manchas de alguno que otro frac de severo e irreprochable corte.
Al terminar aquel día, los guerrilleros, que observaban lo que sucedía, como los inquilinos de una casa de muchos pisos, desde las diferentes quebraduras de la peña, vieron aparecer los uniformes blancos en los desfiladeros de alrededor. Avanzaban en masas compactas por todas partes al mismo tiempo, lo que revelaba claramente su intención de bloquear el Falkenstein.
Centinelas y guardias dejáronles pasar, deslumbrados por sus brillantes uniformes; los alabarderos golpearon el suelo con sus lanzas, pues que los seis de la comitiva eran cinco grandes de España y un embajador... Y anunciados por los ujieres, corrieron sus nombres produciendo general estupefacción: ¡Fray Anselmo de Araya, gran inquisidor de Felipe II!...
Palabra del Dia
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