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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Los tibios rayos del sol, que ya iban haciendo jirones en la niebla, comenzaron a reverberar en la limpia superficie del agua, sobre la cual caía con rumor unísono y constante el chorrito del surtidor.
Recuerdo solamente que los pensamientos que tuve aquella noche, hijos de la debilidad y de la fiebre producida por tantos días de emoción y de insomnios se producían en mi cabeza vacía de ideas, al ruido del badajo de hierro sobre el bronce, mientras lloraba el cadencioso unísono de la campana. Y no recuerdo más... Breve sueño adormeció mis sentidos al venir la mañana.
A la mañana siguiente, cuando Baldomero entró al dormitorio, con las primeras luces del día, a despertarles, para montar en los caballos ya ensillados, Lorenzo y Ricardo, dijeron casi al unísono: ¡Yo no puedo moverme!... ¡ay!...
Entonces, está dicho. Prevenga usted al cochero. Enseguida. Tu mujer, ¿ha puesto mucha resistencia? La necesaria para que su decisión tenga una significación cariñosa ... ¡Es un ángel! ¡Bueno! Se lo pagaremos después. Fueron interrumpidos por una tempestad de armonías: era la banda que, en el patio, empezaba, al unísono con la orquesta, el rigodón de honor.
Las amantes de los dos amigos se llevaban bastante bien, lo cual equivale a decir que sólo se peleaban una vez por semana. ¡Qué bello es contemplar cuatro corazones que laten al unísono! Los hombres montaban a caballo, leían el Fígaro, o comentaban los chismes de la ciudad; las damas se echaban mutuamente las cartas, con gracia sin igual: ¡una edad de oro en miniatura!
Pues así todas las artes, así la contemplación de la naturaleza, la lectura de las obras históricas, y de las filosóficas, siendo puras, podían elevar el alma y ponerla en el diapasón de la santidad al unísono de la virtud. ¿Por qué no? ¡Ah! y después, cuando se llegaba más arriba, a la seguridad de sí mismo, cuando ya no se temía la tentación sino con temor prudente, se encontraban edificantes muchos espectáculos que antes eran peligrosos.
Los peones, calados hasta los huesos, con su flacura en relieve por la ropa pegada al cuerpo, despeñaban las vigas por la barranca. Cada esfuerzo arrancaba un unísono grito de ánimo, y cuando la monstruosa viga rodaba dando tumbos y se hundía con un cañonazo en el agua, todos los peones lanzaban su ¡a...ijú! de triunfo.
Sí, señor; sí, señor... comprendido, perfectamente comprendido clamaron los dos al unísono. Antes hubieran uno y otro recibido este jicarazo dijo el clérigo ; pero me ha costado un trabajo enorme averiguar dónde residían.
Palabra del Dia
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