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Actualizado: 7 de junio de 2025
En aquel mismo lugar había también resuelto consagrar a mi querido Werther una tumba cubierta de hierba ondulante, como él la deseaba; y hoy he sentido un secreto deseo de cavar la mía. ¡Es un destino tan cruel el de morir lejos de lo que nos fue querido y el de dejar los cuidados de nuestra sepultura en manos de un extraño! 24 de septiembre.
Entre observaciones, besos y mimos, la señorita, llena de alegría y de ilusiones, se dispone a presentarse en sociedad. Se ha dicho muchas veces que el matrimonio es la tumba del amor. Por eso sin duda los diversos poetas que han cantado la vida de Don Juan no casan nunca a su héroe. No han querido someter a prueba su capacidad amorosa ni la consistencia de su sentimiento.
La consistencia del amor se prueba en el matrimonio; sólo una larga convivencia nos demostrará si el corazón está bien puesto, en quicio permanente. Por lo demás algo hay de cierto en eso de que el matrimonio es la tumba del amor. No en balde la frase goza de tanta difusión en el mundo.
Al descubrirse el viajero, quedó por completo a la vista su fisonomía, presentando un extraño prodigio... Hubiérase dicho que lord Byron en persona, abandonando su tumba de Nottingham, atravesaba la plaza de la Magdalena en un coche de alquiler, saludando el pabellón del Baby cual si fuera la bandera de Inglaterra.
Pero no... hacer buscar a su hermano con la policía es cosa que no permite el honor del nombre de los Felshammer; su padre se estremecería en la tumba. Un constipado adquirido en sus viajes nocturnos, lo obliga a guardar cama.
El coro, unido al altar mayor, es magnífico: adornado con primorosos bajos relieves; debajo está la tumba de San Cárlos, que merece verse. Cerca de la catedral, á su izquierda, está el palacio imperial, donde habitó Napoleon: merece verse; encierra algunos buenos cuadros y hay una magnífica capilla, soberbios salones y objetos de arte.
No siendo tampoco necesario para las sencillas gentes campesinas que allí moran ninguno de los requisitos que sirven en los edificios labrados para ser cómodamente habitados, el Castillo del Último Moro permanece en el mismo ser y estado marcial, escueto y fuerte que tuvo, y es digna tumba del que lo defendió hasta su muerte.
Fiera sirte aborrecida, cuanto apacible falaz, ¿qué ley aquí nos encierra, que nos tiene siempre en guerra sin darnos nunca la paz? ¡Viene la ola! Sereno busco una tumba en su seno donde tranquilo dormir... En vano, que otra ola avanza fingiéndome una esperanza y obligándome a vivir.
¡Qué importa! exclamó la niña de Calderón con un desprecio que hubiera estremecido a Heinecio en su tumba. Y añadió en seguida: ¿Esos sombreros os los ha hecho Mme. Clement? No, los ha encargado mamá a París por la señora de Carvajal, que ha llegado el sábado. Son muy bonitos. Más que los que hace Mme. Clement ya son. Y se enfrascaron por breves momentos en una plática de moda.
Damo, el asombro y la admiración de toda la Grecia, tuvo el valor de la obediencia y se llevó a la tumba los secretos del ilustre anciano. Aun cuando se debilita en Occidente el culto por los muertos y disminuye, por consecuencia, la hostilidad que creaba contra el celibato, la antipatía subsiste, a pesar de todo.
Palabra del Dia
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