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De la virtud modesta de los lares Guarda el fuego sagrado en tus altares, De la familia cándida vestal; Que ese fuego que el casto hogar calienta Es la luz que nos guia en la tormenta De la vida, cual místico fanal. En los ardientes climas tropicales Con el rocío de una sola noche, La perfumada flor abre su broche Y al sol y al aire entrega su beldad.

En las tierras bajas se cultivan cacao, caña de azúcar, tabaco, café, algodón, banana y otras frutas tropicales, en tanto que en las mesetas se cultivan con éxito el trigo y otros cereales, así como las patatas.

Lo más interesante ha sido su vida, una de esas vidas antiguas y fecundas de soldado leal y valeroso, caballero de clásica hidalguía española, erudito y poeta como aquellos capitanes de la Conquista, que de día vivían en poema épico, y en el encanto de las noches tropicales rimaban las nostalgias de la patria o ardientes serventesios a los ojos de las limeñas. Era una figura de otra edad.

E imaginó ver una figura de mujer hermosísima, que surgía de entre un macizo de plantas tropicales, intensamente iluminadas por la batería del gas de un escenario, y envuelta en humo rojizo de bengalas. Estaba medio desnuda y circundada de resplandor vivísimo, destacando las gallardas líneas y el blanco bulto de su cuerpo sobre un amplísimo manto rojo que le pendía de los hombros.

Se sube en carruaje o a pie, por numerosos caminos en zigzags, muy bien tenidos, rodeados de árboles y plantas tropicales, hasta llegar a la meseta de la altura, donde, en el centro de un jardín frondoso, se levanta la estatua del general Guzmán Blanco, actual presidente de los Estados Unidos de Venezuela.

En el choque de estos dos ríos marinos, los infinitos seres que arrastra el Gulf Stream desde los mares tropicales morían súbitamente helados. Una lluvia de pequeños cadáveres descendía á través de las aguas. Los bacalaos se aglomeraban para nutrirse con este maná, y era tan espeso, que gran parte de él, librándose de las ávidas mandíbulas, iba á depositarse en el fondo como una nevada caliza.

En la esencia de su todo que es esencia de lirismo que convergen hacia un foco por la acción de los espejos envolviendo pudorosa sus encantos tropicales, cual si fueran de una flama los lumínicos reflejos, que convergen hacia un foco por la acción de los espejos convergen los más hermosos, los más santos ideales.

La majestad del Atlántico en las noches tropicales hacía olvidar á Ulises las cóleras de sus días negros. Bajo la luna, era una pradera inmensa de plata viva cortada por serpenteos de sombra. Sus ondulaciones pastosas, repletas de vida microscópica, iluminaban las noches. Los infusorios, estremecidos de amor, ardían con azulada fosforescencia. El mar era de leche luminosa.

No tenía Doña Paca habitación para él, y aun acomodarle en el pasillo habría sido difícil, por estar lleno de plantas tropicales y alpestres; además, no era pertinente ni decoroso que un señor reputado por elegante y algo calavera, viviese en compañía de cuatro mujeres solas, tres de las cuales eran jóvenes y bonitas.

Al fin, tan inaguantable era esta hostilidad, que el Almirante reembarcó a Méndez con su gente e hizo velas sin haber puesto el pie en tierra firme. Luego sobrevenía la más penosa y difícil de las aventuras de Colón. La «broma», temida calamidad de los mares tropicales, consumía la madera de los navíos.