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Actualizado: 7 de mayo de 2025


La impaciencia de doña Cristina por reunirse con su marido y devolverle las comodidades de una casa bien gobernada arrancó á Ulises de esta vida de la costa. Durante varios años no vió otro mar que el del golfo valenciano. Y el Tritón menudeó los viajes á Valencia, arrostrando todos los inconvenientes y peligros de estas aventuras terrestres, á impulsos de su desorientada paternidad de célibe.

El Tritón iba enumerando á su sobrino las categorías y especialidades de los buques. Y al convencerse de que Ulises era capaz de confundir un bergantín con una fragata, rugía escandalizado: Entonces, ¿qué diablos os enseñan en el colegio?... Al pasar junto á los burgueses de Valencia sentados en los muelles caña en mano, lanzaba una mirada de conmiseración al fondo de sus cestas vacías.

Rápidamente se desnudan, y cada uno se convierte en un Neptuno «levantador de olas»; y trabaja con todas sus fuerzas para agitar las ondas y convertirlas en masa de espuma, produciendo pequeñas tempestades en el arroyo conquistado para ser su dominio durante una hora. En el verano, durante los días calurosos en que el aire permanece inmóvil, es cuando más agradable resulta convertirse en tritón.

Sonó en el mar el ruido de un chapuzón, y una luz balanceante comenzó a apartarse del buque. Era Tritón que se marchaba. Un berrido a proa y a popa de los emigrantes, que sólo de lejos participaban de la fiesta, saludó la fingida retirada del personaje submarino. «¡Adiós, borracho! ¡Expresiones a Neptuno!...» La boya, con su farol, salió del espacio iluminado por las bengalas.

Como todos los hombres mediterráneos, no bajaba á tierra sin llevar el aguijón oculto en el talle, y había pinchado para abrirse paso. «¡Qué tiempos!», pensaba el Tritón, con más nostalgia que remordimiento. Y añadía como excusa: «¡Ay, entonces tenía yo veinticuatro años

Y durante muchos años, las mujeres que seguían la costa al anochecer apresuraron el paso, persignándose, al distinguir en las aguas obscuras un madero ó un paquete de algas. Temían que surgiese de pronto el Tritón, barbudo, lúbrico, chorreante, volviendo de su correría por las misteriosas entrañas del mar.

Se negaba á continuar su carrera: quería embarcarse, alegando que para esto se había hecho piloto. En vano doña Cristina impetró el auxilio de parientes y amigos, prescindiendo del Tritón, pues adivinaba su respuesta. El hermano rico de Barcelona fué breve y afirmativo: «¿Si eso le da dinero?...» Los Blanes de la costa mostraron un sombrío fatalismo.

Había en sus ojos algo del difunto Tritón cuando columbraba en la costa una falda mujeril lejana y fugitiva. Freya siguió hablando. Matarse no es una prueba de amor. Todos me han prometido desde las primeras palabras el sacrificio de su existencia. Los hombres no saben otra canción... No les imite, capitán. Quedó pensativa largo rato. El crepúsculo avanzaba rápidamente.

Y el Tritón, al ver en sus manos cinco ó seis mil pesetas, quedaba perplejo, preguntándose interiormente qué puede hacer un hombre con tanto dinero. Todo esto es tuyo dijo á su sobrino al mostrarle la casa. Suyos también la barca, los libros y los muebles antiguos, en cuyos cajones estaba disimulado el dinero con disfraces cándidos que atraían la atención.

Neptuno, al ver desde sus profundidades que un buque iba a pasar la línea ecuatorial, entrando en el otro hemisferio, enviaba a su emisario Tritón para que los pasajeros que efectuaban por primera vez la travesía le rindiesen pleito homenaje sometiéndose a la ceremonia del bautizo.

Palabra del Dia

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