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Actualizado: 7 de noviembre de 2025


En esta tierra los ojos adquirían un poder visual más grande; la retina abarcaba mayores extensiones; las distancias parecían valer menos que en otros países. El gaucho, después de contemplar unos momentos el remoto avance del tren, continuó su galope.

«Patricia le dijo su ama, afectando una curiosidad indiferente . ¿Sabe usted qué gente es esa del cuarto de al lado?». Señorita replicó la criada sin dejarla concluir ; como estoy aquí desde el día antes de salir usted del convento, ya conozco a toda la vecindad... ¿sabe? En ese cuarto vive una señora muy fina que la llaman doña Cirila. Su marido es no qué del tren.

Yo tenía asuntejos que arreglar aquí, en Lada, y pensando venir hoy, se lo dije... Entonces me dijo: Hombre, Celesto, mañana puede ser que venga un sobrino mío en el tren de la tarde: ¿quieres llevar mi caballo por si acaso?... Oro molido que fuera, señor cura... ¡Vaya, que no faltaba más! Pero lo raro es que usted me haya conocido tan pronto.

Esto no obedecía á otra cosa que al hecho de que la zona que el tren atravesaba era la más frecuentada por las partidas rebeldes, dándose el caso repetidas veces de que los alzados plantaran su bandera sobre las lomas en las cercanías de las paralelas del ferrocarril.

Lo mismo que si diese una lección geográfica, explicó á Tòni su viaje de regreso. Este corre-mares se encogía tímidamente cuando le hablaban de itinerarios de ferrocarril y cambios de tren. Aquí está Brest... Sigues por esta línea á Burdeos; de Burdeos á la frontera; y una vez allí, tuerces á Barcelona ó te vas á Madrid, y de Madrid á Valencia.

Cuando la tuvo hecha bajó cautelosamente hasta la puerta del jardín y salió de casa. Atravesó el parque, atravesó el bosque y en pocos minutos se encontró a campo raso. Emprendió por los senderos el camino de Zarzalejo para montar allí en el primer tren que le alejase de Madrid. Cuando hubo caminado algún tiempo se detuvo y volvió los ojos hacia su casa.

Se detuvo el tren muchas veces para dejar paso á otros que se le adelantaban repletos de soldados ó volvían hacia París con muchedumbres fugitivas.

¿Llegaremos a la estación un poquito antes que el tren? preguntó al joven. No se lo puedo decir con exactitud, pues no llevo reloj repuso Simón; pero no tema usted perderlo... De aquí a diez minutos divisaremos ya la estación.

El hacer el viaje de San Luis á Guantánamo en el tren era cosa en extremo peligrosa, pues raro era el día que los rebeldes no lo tirotearan ó quemaran un puente, una alcantarilla, y hasta alguna estación.

Los árboles extendían de cerca, y por entrambos lados, sus ramas, cual si tratasen de atajar la marcha del tren. Parose éste repentinamente, cuando menos se esperaba, en medio de la mayor apretura de la garganta, donde no había rastro de estación ni otra fábrica de menor calidad que hiciese sus veces.

Palabra del Dia

vengado

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