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Actualizado: 7 de julio de 2025
Apenas hubo tomado su billete y facturado su equipaje, se oyó en el fondo del bosque el silbido del tren que llegaba.
Pero, ¡qué encono con la ciudad! dijo Lorenzo, que parecía absorbido en la contemplación del paisaje, renovado caleidoscópicamente a favor de la marcha acelerada del tren. No hay tal; es justicia al campo. «Substituyendo cantidades iguales, Braulio eres», como en el cuento de Larra.
Tomaremos el tren, y en el tren iremos hasta donde podamos dijo Celipín con generoso entusiasmo . Y después pediremos limosna hasta llegar a los Madriles del Rey de España; y una vez que estemos en los Madriles del Rey de España, tú te pondrás a servir en una casa de marqueses y condeses y yo en otra, y así mientras yo estudie tú podrás aprender muchas finuras. ¡Córcholis!, de todo lo que yo vaya aprendiendo te iré enseñando a ti un poquillo, un poquillo nada más, porque las mujeres no necesitan tantas sabidurías como nosotros los señores médicos.
Por todas partes, durante los primeros minutos, aparece Lóndres como una inmensa fábrica-factoría, bajo el tren en que el viajero ve pasar los objetos con la rapidez del rayo.
Poco despues, cuando habíamos salvado por un hermoso puente el rio Ain, afluente del Ródano, y la noche cobijaba ya con sus vagas sombras el bello paisaje de las campiñas bresanas, el tren se lanzó en un laberinto de estrechos y profundos callejones formados por vallecitos muy tortuosos que sirven de lecho á un limpio riachuelo.
Por fin, un resplandor se deja ver por la manigua, las paralelas comienzan á producir ruido, un tren se aproxima, y á medida que la potente máquina avanza, van aquellos bravos militares, que hubieran sabido morir heróicamente antes que caer vivos en poder del enemigo, recuperando la confianza de vivir, que durante siete horas habían perdido.
Y, sin embargo, el día que uno de ellos se presenta con un nuevo tren tirado por un tronco de raza sería asesinado gozosamente por sus más íntimos amigos. Casi todas las semanas se escapaba el indiano algunas horas o un día entero a su finca.
El convoy que los conducía hubo de sufrir en El Cristo un retraso como de media hora, pues en la vía se encontraba un tren de carga que había tenido un percance.
Nada me dijo entonces que pudiera hacerme concebir sospechas. Sólo cuando estuvimos en el tren y quedamos solos, noté que me miraba fijamente y de un modo particular. Yo me fui al opuesto rincón. Traté de descansar y quise quitarme los zapatos porque me lastimaban. Entonces él se brindó a sacármelos, y sin esperar contestación se puso a hacerlo. Me pesaba ya muchísimo de haber ido con él.
Felices ellos» pensó Quintanar. Pasó el jefe de la estación que parecía un pordiosero. Era joven; más joven que la mujer de la ventana parecía. «Se querrán. Ella por lo menos le será fiel». Después de esta conjetura don Víctor se dejó caer otra vez en su asiento. Cerró los ojos, tapó el rostro cuanto pudo con una mano. El tren volvió a moverse.
Palabra del Dia
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