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Actualizado: 4 de junio de 2025


Es el Adiós o la Serenata de Schubert, el preludio de la Traviata, que, surgiendo en el silencio con su acento tenue y vago, produce un efecto admirable; son, sobre todo, los tristes, los desolados bambucos colombianos, con toda la poesía de la música errante de nuestras pampas.

Pero antes, al pasar junto a la casa donde sonaba el violín, Barinaga, que venía hablando solo, se detuvo y calló. Se quitó el sombrero, que era verde, de figura de cono truncado, y alzando la cabeza escuchó con aire de inteligente. De vez en cuando hacía signos de aprobación.... «Conocía aquello; era la Traviata o el Miserere del Trovador, pero en fin cosa buena».

El órgano, como si hubiera oído llover, en cuanto terminó el presuntuoso Arcediano, soltó el trapo, abrió todos sus agujeros, y volvió a regar la catedral con chorritos de canciones alegres, el fuelle parecía soplar en una fragua de la que salían chispas de música retozona; ahora tocaba como las gaitas del país, imitando el modo tosco e incorrecto con que el gaitero jurado del Ayuntamiento interpretaba el brindis de la Traviata y el Miserere del Trovador.

Sempre libera deggio Transvolar di gioia in gioia de la Traviata, ópera a la sazón muy en boga y escogida por Miss Jesup para presentarse por primera vez en la escena madrileña. ¡Ay, no, no! dijo Currita muy displicente . No tengo ganas de ópera. Pero, mujer... ¿Te vas a enterrar en vida?... Tres días hace que no sales. Y además, ya ves, de luto...

Los ocho artistas tocaban por nota deliciosamente, sobresaliendo en el violin y la flauta, y pude saborear las admirables cavatinas y particiones de Norma, il Trovatore, la Traviata y el Himno de Italia.

, respondió Jenny inclinando ligeramente la cabeza. Este papel no es el mejor de mi repertorio. Si viene usted á oirme la Traviata, le gustaré más. No lo creo, dije con atrevimiento. Me sería muy penoso ver á usted morir en escena. La cantante levantó la cabeza, fijó su mirada en la mía y dijo: ¿Por qué? Porque esa muerte me traería punzantes recuerdos. Jenny se echó á reír. ¡Ah!

El violín volvió a rasgar el silencio de fuera con notas temblorosas, que parecían titilar como las estrellas. Ya no se trataba de las ansias amorosas de Fausto en la mirada casta y pura de Margarita; ahora el instrumentista arrastraba perezosamente por las cuerdas del violín los quejidos de la Traviata momentos antes de morir.

Unos ratos eran de silencio absoluto, otros flotaba sobre la atmósfera del sagrado recinto un murmullo apagado de rezos rápidamente dichos, y de cuando en cuando se oía hacia el exterior rodar de carruajes y tañer de campanas: hubo un momento en que, al levantar los que entraban el cortinón de la puerta, se oyó la música profana de un organillo que tocaba en la calle el brindis de La Traviata.

Concluido el sermón, oyose un cántico suave que le hizo estremecerse de gozo: era la preciosa voz de María que entonaba con más dulzura que nunca el aria de Traviata: «Gran Dio, morir si giovine...» Cuando terminó, sonaron prolongados aplausos en la iglesia. Después, toda la gente se apretó contra el altar mayor dejando libres las cercanías del enrejado.

Palabra del Dia

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