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Actualizado: 25 de junio de 2025
Fuera de los paseos que daba en el comedor o en la alcoba, no hacía ejercicio alguno, y después de la inapetencia de los primeros días, le entró un apetito voraz, que las dos mujeres tuvieron por buen síntoma. A la semana, manifestó deseos de salir; pero una y otra trataron de disuadirle.
Una aprensión invencible la había imposibilitado para llevar la conversación al recuerdo de su padre. Como la irritara su propia falta de audacia y excitada por la violenta curiosidad, se decidió al fin: Ustedes trataron mucho a papá... Y miró a Zoraida, la mayor, con expresión de tímida simpatía. No parecieron en manera alguna sorprenderse.
Trataron, sin embargo, de pasar adelante, y dijeron que aquella manifestación era puramente moral; que no trataban de producir ningún trastorno, ni era agresiva su actitud, ni tenían más objeto que tributar un homenaje de admiración al héroe que había dado la libertad á su patria. "¡Cada uno á su casa! Atrás el retrato", dijo resueltamente Morillo. La defensa era imposible.
Elena y Clara, que ya eran amigas, lo fueron en seguida muchísimo más y aunque la una tenía catorce años y la otra diez y ocho se trataron como si no mediase tal diferencia, a lo cual ayudó la disparidad de sus caracteres; la una era más niña, la otra más mujer de lo que reclamaban sus respectivas edades.
Y pensaba que aquellos insulares, contra los cuales su patria estaba en guerra, despues de todo no tenían más crímen que el de su debilidad. Los viajeros abordaron tambien á las playas de otros pueblos, pero por hallarlos fuertes, no trataron de su singular pretension.
El faubourg Saint-Germain, como el hijo respetuoso de Noé, cubrió con su manto de púrpura los antiguos extravíos del anciano. Los hombres le trataron con consideración; las mujeres con benevolencia. ¿En qué país y en qué época han dejado ellas de tener indulgencia para las malas personas? Se le miraba como un viajero que había atravesado comarcas desconocidas.
El navio inglés se llamaba El Argonauta. El médico de este barco era una excelente persona; no tuve ningún inconveniente en contarle mi vida, sin ocultarle nada. El dió de mí buenos informes e influyó, seguramente, para que no me colgaran de una verga. Durante la travesía de las Canarias a Plymonth me trataron bien los ingleses.
Ignoraba yo, dijo Margarita, que tal fuese el hombre con quien mis padres mi casamiento trataron, y al que no sé si amé; porque ahora conozco que el amor es muy distinto de lo que yo había creído.
Que don Carlos había padecido mucho en su juventud no cabía duda; él mismo contaba que se vió obligado a trabajar al lado de personas extrañas que le trataron mal; que más tarde tuvo un jefe que le estimó y le impartió franca protección, hasta que le fué dado ponerse al frente de sus propios negocios.
Pues nada, que saqué los regalos: dos cortes de vestido para ellas, dos piezas de lienzo blanco para mi madre, unos pendientes de coral para la chica, una petaca y una cadena de plata para él, todo lo que llevaba... Me dieron el mejor cuarto de la casa, no me preguntaron palabra de cómo ni de qué vivía y me trataron lo mejor que pudieron. ¿Y fue gente del pueblo a verte? ¿Y qué les decían?
Palabra del Dia
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