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A medida que nos elevaríamos á la idea de un goce mas duradero y vivo, nos formaríamos la idea de una moralidad mas alta; el goce mas exento de disgusto, seria el acto de moralidad mas pura: y ¿quién no ve que esto trastorna nuestras ideas morales, y repugna á nuestros sentimientos?

Este, si para caballerías era malo, para coches perverso; pero a pesar de los fuertes tumbos y arcadas, apretamos el paso, y hasta que no perdimos de vista el pueblo, no se alivió algún tanto el martirio de nuestros cuerpos. Aquel viaje me gustaba extraordinariamente, porque a los chicos toda novedad les trastorna el juicio.

Aquí estoy dijo Antonia, siguiendo a Magdalena y cerrando tras la puerta del tocador. ¿Qué le pasará hoy a Magdalena? exclamó Amaury, exteriorizando su pensamiento en voz alta. Es que sufre respondió alguien detrás de él. Tantas y tan repetidas emociones le producen fiebre y la fiebre la trastorna.

Si una cosa puede ser y no ser á un mismo tiempo, podemos estar ciertos y no ciertos, conocer y no conocer, existir y no existir; la afirmacion puede estar junto con la negacion, las cosas contradictorias pueden hermanarse, las distintas identificarse, las idénticas distinguirse; la inteligencia es un caos en toda la extension de la palabra; la razon se trastorna, el lenguaje es absurdo, el sujeto y el objeto se chocan en medio de espantosas tinieblas, toda luz intelectual se ha extinguido para siempre.

Herberto Hales contestó, no sin alguna vacilación. Después añadió: Pero deseo, señor Greenwood, que me haga el favor de no mencionar otra vez este penoso asunto. ¿Usted no sabe cómo me trastorna cuanto depende del silencio de este hombre?

Pero Ballester tomó una vara; se fue derecho a él, y arrebatándole el libro, le amenazó con castigarle. «Ea, dejémonos de sabidurías, que eso es lo que nos trastorna. ¿A ver qué es esto?... ¡Hombre, qué bonito!

Pero, con todo, no se puede negar que el diablo, por medio de los artificios de la moda, suele agregarnos a las mujeres algo que seduce, que trastorna; vamos, un no qué que sólo puede ser obra del diablo. Claro está que ello sucede cuando está acertado en la moda, lo que es muy raro en él, pues casi siempre el diablo está dejado de la mano de Dios.

El hombre al trastornarlo todo, al arruinarlo todo, al anonadarlo todo, se encuentra consigo mismo, que es quien trastorna, arruina y anonada. Cuando haya llegado á dudar de la existencia de Dios, del mundo, de sus semejantes, de su cuerpo, en medio de aquella inmensa soledad se encuentra todavía á mismo.

Pasa estúpidamente desde la prodigalidad a la avaricia, y desde la esplendidez a la miseria: su amor ciega, su desdén mata, a unos envilece, a otros trastorna; es la eterna Dulcinea engañosa para nuestra locura, y encantada para nuestra razón: niega lo que se le implora, da lo que no se le pide, todo lo tiene, y todo lo derrocha.

Pero, en fin, el hombre que ahí duerme; el hombre enterrado en esa tumba que vamos á ver; ese hombre que queria trastornar el siglo XVIII y el siglo XIX; que los trastornó hasta cierto punto, como una tempestad trastorna la atmósfera; el cautivo de Santa Elena, que habló tantas veces por boca de esas culebrinas, habló tambien más de una vez por boca de la inteligencia; estos cañones anunciaron un pensamiento, y el pensamiento es un conquistador de tan alta estirpe, que hay que perdonarle muchas faltas.