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Actualizado: 3 de junio de 2025


Los transeuntes se arremolinaban impidiendo el paso de los carruajes. El grupo de mujeres de la jardinera alcanzó una ruidosa ovación. ¡Viva la sal de la tierra! ¡Vivan las mujeres castizas! ¡Vivan los novios! ¡Vivan los padrinos! El señor Rafael, entusiasmado, arrojaba puñados de almendras y monedas de cinco céntimos á los chicos.

Los transeuntes y los vehículos que se habían quedado en la ciudad huían delante de estas cargas, y más aún de los inmensos pies, que con un simple roce se llevaban detrás de ellos la parte baja de una esquina. Ra-Ra creyó estar gozando anticipadamente una parte del triunfo con que soñaba á todas horas.

En la calle de las Sierpes, arteria principal de Sevilla y centro de su comercio elegante, se había colocado un toldo que la cubría toda. Gracias a él podía transitarse cómodamente por ella. Los casinos y cervecerías, en que abunda, estaban abiertos todos, y los transeúntes comunicaban con los de adentro libremente.

Los grupos corrían hacia arriba, atropellando a los transeúntes, barriendo las aceras con su impulso, deseando envolver cuanto antes las filas de niños vestidos de gris, que avanzaban lentamente, cansados de la expedición. Muchas mujeres deteníanse, titubeando. Aquel grupo no era el de su hijo. ¡Vienen por abajo! gritaba otra.

Trababan conversación, y las de Amézaga hablaban como con pereza y desdén, mirando al cielo o a los transeúntes, e hiriendo la arena con el cuento de las sombrillas.

El culto estuvo reservado a una minoría de peninsulares, que, sin entrar de lleno en el país, estimándose transeúntes, no recibieron la sugestión de aquellas almas ni de aquella Naturaleza. A que la inspiración poética volara rastrera contribuyeron el medio y la censura de imprenta, también aplicada a la raza dominadora.

La vía estaba limpia de transeúntes; pero en los casinos los balcones mostrábanse iluminados; los pisos bajos no tenían otro cierre que las cancelas de cristales. Los rebeldes pasaban ante las sociedades de los ricos lanzándolas miradas de odio, pero sin detenerse apenas.

Los pasos de los transeúntes sonaban en las aceras como un áspero y ruidoso frotamiento, y aglomerábase la gente en las puertas de los templos, negras y profundas bocas que lanzaban a la fría calle el denso vaho de su interior.

Vetas de sombra temblaban sobre los transeúntes, pero ninguno de éstos se paró para ver salir el cortejo; corrían y se esfumaban como fantasmas. En la plaza Libertad, los troncos de los árboles habían crecido desmesuradamente, las ramas formaban como una selva que se sumergía en un cielo borroso. Subió con Julio al único carruaje que aguardaba frente a la iglesia.

Al pasear por Barcelona, miró con ojos provocativos á cuantos transeúntes le parecieron alemanes. Se unió á la acometividad de su carácter una indignación de propietario que se ve atropellado dentro de su casa. Los tres tiros eran para él, y él era un español y los boches se atrevían á atacarlo en su propia tierra. ¡Qué audacia!...

Palabra del Dia

irrascible

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