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Actualizado: 22 de junio de 2025
EL VIZCONDE. Y el hijo sigue aumentando las trampas del padre. LA SE
Al lado de Bringas no había gozado ella ni comodidades, ni representación, ni placeres, ni grandeza, ni lujo, nada de lo que le correspondía por derecho de su hermosura y de su ser genuinamente aristocrático; pero en cambio, ¡qué sosiego y qué dulce correr de los días, sin ahogos ni trampas, ni acreedores!
Era verdad que la fiesta resultaba costosa; que llena de trampas como estaba no debía permitirse tales despilfarres; pero ¡qué diablo! hay que saber vivir, y aquella fiesta, pensando egoístamente, bien podía resultar un medio seguro de proporcionarse auxilios en el porvenir.
Ya no hubo un minuto de paz ni siquiera aparente; ya, sin la blanda influencia de Fernando, se volvió a endurecer la vida áspera y zahareña de aquella gente; ya, sin dinero y con trampas y apuros, volvió la estrechez de los días negros a caer implacable sobre el trágico caserón.
¿Cómo?... ¡Pues ya lo creo!... Antes de quince días. La comedia de Alejandro Bissón fué un éxito, y Laridel pudo pagar sus trampas y vender su teatro en buenas condiciones. La deliciosa Mlle. Denise prosiguió su carrera triunfal. En cuanto á Mr.
Cuando llegó la herencia de don Manuel a remediar la precaria situación de la familia fué ya urgente levantar hipotecas y pagar trampas apremiantes. Como doña Rebeca era sólo usufructuaria del legado, hubo precisión de arreglarse con las rentas para hacer frente a la vida y remediar en la posible los pasados descalabros de la fortuna.
No pienso hacer nada por ti. Cuando murió tu segundo marido me prometiste ser un modelo de economía y prudencia; y yo fui tan tonto, que perdí el tiempo y hasta algún dinero para poner a flote tu fortuna, que hacía agua por todas partes como un barco viejo.... Déjame acabar, Manuela; no me interrumpas. ¿Quieres hacerme creer que aún lo conservas todo libre de trampas, tal como yo te lo entregué? ¡Quia, hija mía!
No pasaba mes sin que uno de sus pimpollos hiciera alguna barbaridad. Cuestiones, desafíos, borracheras, sumarias, timbas, trampas, eran la historia de todos los días, y la mamá tenía que poner remedio a ello con las recomendaciones y con los desembolsos.
Clementina y Osorio esperaban su muerte como agua de Mayo. ¡Qué desahogados quedarían cuando pagasen todas sus trampas! Y hasta otra: ¡a vivir, a gozar con el dinero de la infeliz señora! Esta permanecía muda, indignada ante las malévolas insinuaciones de su marido.
Cualquier persona regular hubiera vivido con las rentas de este mayorazgo en continuos apuros, llena tal vez de trampas y sin acertar a darse el lustre y decoro propios de su clase; pero D. Gumersindo era un ser extraordinario: el genio de la economía.
Palabra del Dia
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