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Inventaba mil tormentos armándole trampas para ver si caía o no caía. Tan odioso llegó a serle aquel hombre, que al fin se dejó ella caer. Metiose adrede en la trampa, conociéndola, por gusto de jugarle una partida al muy majadero, porque así se vengaba de las muchas que le habían jugado a ella.

Era hombre de edad, solterón, y vivía desahogadamente de sus rentas y de su retiro de coronel del ejército. A poco de la guerra de África, abandonó el servicio activo. Era el único individuo de la tertulia que no tenía trampas ni apuros de dinero. Su existencia plácida y ordenada, reflejábase en su persona pulcra, robusta y simpática.

Pues entonces, las pagaba todas juntas. Porque además Emma se reservaba el derecho de vengarse de los antiguos despojos que había tolerado antes, sacándole a relucir sus trampas a D. Nepo, justamente en aquellos días de sus desgracias conyugales... ¡Qué risa! ¡Qué oportunidad para ponerle en un apuro!

Bonis, que tenía aquella noche energía para luchar con los hombres, no la tuvo para resistir a los hechos; los hechos eran terribles: ¡arruinados!, y ¡había empezado él!, y ¡hasta de lo que hubiera robado el tío tenía él la culpa por haberle dejado! ¡Y su robo, sus robos, para pagar trampas de una querida! Tuvo que sentarse, pálido, sin contar con las piernas.

Así, es evidente para , cuando me acuerdo, que el placer de poner trampas tendidas a lo largo de las enramadas, de espiar a los pájaros, no era lo que más me cautivaba en la caza; y lo prueba que el único testimonio un poco vivo que me queda de aquellas emboscadas continuas es la visión neta de ciertos lugares, la noción exacta de la hora y de la estación y hasta la percepción de ciertos ruidos.

En África no los miran los pueblos del país como dioses, sino que les ponen trampas en el bosque, y se les echan encima en cuanto los ven caer, para alimentarse de la carne, que es fina y jugosa: o los cazan por engaño, porque tienen enseñadas a las hembras, que vuelven al corral por el amor de los hijos, y donde saben que andan una manada de elefantes libres les echan a las hembras a buscarlos, y la manada viene sin desconfianza detrás de las madres que vuelven adonde sus hijuelos: y allí los cazadores los enlazan, y los van domando con el cariño y la voz, hasta que los tienen ya quietos, y los matan para llevarse los colmillos.

-Ahora bien -respondió Sancho-, Dios está en el cielo, que ve las trampas, y será juez de quién hace más mal: yo en no hablar bien, o vuestra merced en obrallo.

Yo ando como un azacán por el templo y los claustros, vigilándolo todo para que no se hagan trampas, pues aquí hay gente joven y ligera que no es de fiar. A no me la pegan.

Con la imagen milagrosa no valían trampas. Únicamente se permitió comprar los cirios más pequeños que los deseaban sus convecinos, reservándose la diferencia del precio para lo que vendría después de la procesión. Los entusiastas del Cristo que no habían podido comprar una vela necesitaban hacer algo en honor de la imagen, y metían un hombro debajo de sus andas para ayudar á los portadores.

Había hecho algunos cuartos, pocos; con su rédito, con lo que daba el estanquillo y con lo que dejaban algunos huéspedes por el verano, vivían modestamente, pero sin trampas.