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Actualizado: 4 de julio de 2025


Al fin tuvo el consuelo de ver restablecido en Animalejos el santuario del bendito labrador, más grande y más hermoso que el antiguo, á juzgar por los cimientos y las ruinas que del antiguo quedaban. Hubiera sido gran dicha para Traga-santos poder colocar en él la antigua imagen; pero esta imagen había desaparecido, y fueron vanos todos los esfuerzos que hizo para dar con ella.

Traga-santos, horrorizado, no quiso oir el resto de la frase, y se apresuró á volver á la ermita para pedir al Santo, con los ojos arrasados en lágrimas, que detuviese con su intercesión la mano de Dios, sin duda levantada ya para castigar terriblemente al pueblo español por aquellos sacrilegios.....

No pasaba una sola vez por allí el piadoso Traga-santos sin arrodillarse sobre ellas y llorar la destrucción del templo.

He dicho que la intercesión de Traga-santos había mediado también en la obtención de estos beneficios, y esto necesita explicarse. Así, pues, los que llegaban á la ermita para solicitar algún beneficio, lo primero que hacían era dirigirse á Traga-santos diciéndole: Tío Traga-santos, yo necesito esto, ó lo otro, ó lo de más allá.

¡Pero no ven ustedes qué judiada la de esa gente! exclamó Traga-santos escandalizado, dirigiéndose á un grupo de lugareños de ambos sexos que estaban á su lado presenciando aquella sacrílega pedrea. Pues aguarde usted un poco le contestó uno de los lugareños con asentimiento de los demás; que en cuanto acaben de tirar piedras ésas, vamos á empezar nosotros.

Lo que cada vez tenía más disgustado á Traga-santos, era el profundo egoísmo y hasta la falta de sentido común con que muchos acudían á la ermita, viendo que, por ejemplo, á un mismo tiempo pedía uno que lloviese á mares y otro que la sequía achicharrase los campos.....

El día de San Isidro el tío Traga-santos cubría de flores aquellas sagradas ruinas; colocaba sobre ellas una mesita cubierta con un blanco mantel; en este sencillo é improvisado altar ponía, entre dos velas, una tosca imagen de San Isidro hecha de barro, circunstancia que para él constituía su mayor mérito, pues se la habían llevado de Madrid, y suponía que aquel barro procedía de la tierra regada con el sudor del santo labrador, y pasaba casi todo el día rezando entre aquellas ruinas.

Hallándose el tío Traga-santos en esta santa ocupación, asomaron por los caminos de Cabezudo y Barbaruelo numerosas turbas de masas populares que se dirigían hacia Animalejos al furibundo grito de: «¡Muera el tío Traga-santos!», grito que no tardó en encontrar eco en Animalejos mismo, cuya plebe empezó á agitarse furiosa, formando cuerpo con la forastera: toda aquella muchedumbre se encaminó, rugiendo de furor, al cerrillo de San Isidro.

¿Por qué? les preguntó Traga-santos sorprendido é indignado, tanto más, cuanto que entonces reparó que cada lugareño tenía una piedra en la mano. La culpa tiene ¡voto á bríos! el que se fía...

Tío Traga-santos le dijo el Párroco, no debe usted extrañar que su manifiesto del ten-con-ten no haya producido el efecto que usted se propuso, porque ni yo mismo he podido entender lo que usted quería decir en él.

Palabra del Dia

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