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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Con ella, la felicidad y la prosperidad de la casa se afirmaron, y no huyeron más del hogar del infatigable trabajador. Hacía doce años que el señor Aubry disfrutaba de esta dichosa paz cuando encontró a Juan Durand. Se le presentaban de improviso sus propios sufrimientos, en el abandono y la miseria del chico.
Lo que le importa al jornalero es encontrar donde le den jornal, y ser bueno para que los señores le ayuden con la limosna... Y también me da rabia que en todos esos metinges se metan con los curas, y eso que, como tú sabes, hace un porción de tiempo que yo no voy a misa. Pero ¿qué mal hacen esos pobres señores de la sotana al trabajador?
Al menos Obdulia, viviendo entre ataúdes, tiene sobre qué caerse muerta... Pero tú, ¿de qué vas a vivir? ¿Del dedal y las puntadas de ese prodigio? Verdad que como eres tan trabajador y tan económico, aumentarás las ganancias de ella con tu arreglo. ¡Dios mío, qué maldición ha caído sobre mí y sobre los míos! Que me muera pronto para no ver los horrores que han de sobrevenir».
Si fuera, no iría, era una suposición... si fuera y les sorprendiera en el comedor, ¡qué alegría! allí mismo se echaba a las plantas del padre, prometiendo regenerarse, ser bueno, ser trabajador, y tiíta Silda, mostrándole, muy risueña, el pagaré de don Raimundo, le decía: Aquí lo tienes, pero, ¡cuidadito en adelante! Y el cobarde instinto de conservación, le quemaba las orejas.
Un pariente, un tío.... Su padre, D. Pedro Reyes, procurador de la Audiencia, con mala suerte y poca habilidad, no hablaba apenas de las antiguas grandezas, más o menos exageradas por su esposa, de la familia de los Reyes; era un hombre sencillo, triste, trabajador, pero sin ambición; de una honradez sin tacha, que se había puesto a prueba cien veces, pero sin lucimiento, por lo modesto que era el D. Pedro hasta para ser heroicamente incorruptible.
Un cualquiera, un ingeniero como hay tantos, un trabajador de levita, qué necesita de protectores como tu padre para ganar la comida. ¡Mire usted que estaría bien, ver á la hija de Sánchez Morueta casada con un ganapán, de esos que creen ser los hombres más útiles de nuestro siglo, porque echan rayas y manejan números! Eso de las princesas casándose con pastores, sólo se ve en las comedias.
Habían pasado ante los casinos, donde estaban los ricos, los verdaderos enemigos, sin ocurrírseles más que dar voces, temiendo romper los cristales que eran su única defensa. Sólo servían para asesinar a un niño, a un trabajador como ellos, a un pobre zagal de escritorio, que ganaba dos pesetas y tal vez mantenía a su madre.
Entre todos los Valcárcel no había habido más hombre trabajador en todo el siglo que el padre de Emma, el abogado, que también había sido, dentro del matrimonio, menos prolífico que sus parientes. Ya se ha dicho que Emma era hija única, y, por tanto, heredera universal del abogado romántico y flautista. Pero los ahorros del aprovechado jurisconsulto llegaron a su hija un tanto mermados.
El palacio del rico y el cuarto numerado del pobre abrían con igual amor sus puertas a aquel enemigo del escándalo, a aquel trabajador incansable de la viña del Señor, a aquel guerrero de la moral cristiana, a aquel perseguidor de las malas costumbres.
Tocino, tú abusas de la miseria. Los pobres peones no tienen libertad para comprar el pan que comen. Al que no viene á tu tienda le quitas el trabajo en la cantera. Los amigos son para ayudarse unos á otros. ¿Qué tiene de particular que yo sólo dé trabajo á los que se surten de mi establecimiento? Tú robas al trabajador en lo que come y en lo que trabaja, descontándole siempre algo del jornal.
Palabra del Dia
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