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Actualizado: 5 de octubre de 2025


No conocían al señor José, pero gritaban roncas de emoción: Ahí va la honra del mundo; un trabajador bueno; un hombre de blusa. ¡Pobrecillo! ¡Y los que le han matado, guardándose los duros, comiéndose las buenas tajás!... La cabeza del cortejo chocó con el obstáculo de la policía. Un capitán habló a los manifestantes.

No pasaba de los cuarenta años; llevaba el rostro afeitado; era grande y musculoso, pero empezaba á mostrar la blandura naciente de los organismos invadidos por la grasa. Tenía el aspecto del trabajador manual que ha hecho fortuna y no puede ocultar cierta tosquedad reveladora de su origen. Lucía numerosas sortijas, así como una gran cadena de reloj, y su traje siempre era flamante.

Te llevas un mozo de circunstancias; te llevas mis pies y mis manos... Un hombre corriente y trabajador como el que más... que te saca una cuenta de multiplicar ó dividir en menos tiempo que se persigna un cura loco... Solamente tiene un vicio... que se le cuela al pobrecillo el dinero por entre los dedos como si fuese agua...

Bueno, entonces, debes hacer lo que tu padre deseaba... Es tu deber, y para eso tienes que ir a París. desearías quedarte aquí, ¡oh! yo lo comprendo y yo también quisiera... pero no puede ser... Es preciso ir a París a trabajar, a trabajar bien. Por esto no me inquieto, porque eres verdadero hijo de tu padre, y serás un hombre honrado y trabajador; no se puede ser lo uno sin lo otro.

Si ya sabía que andaba en grande con el chico de Esteven, pero ella no se lo perdonaba, porque no debía olvidar que aquella familia era enemiga de la suya y la causante de la triste situación en que se hallaban. Pero, ¿qué culpa tiene Jacintito, tía Silda? Es un excelente muchacho, muy alegre y muy trabajador, a pesar de su fortuna; ¡ha puesto un escritorio de corretajes en la calle Piedad!

Era un héroe, un ídolo y volvía de pronto á ser un trabajador.... Menos aún, pues no encontraría un puesto en las minas. Si volvía allá serían capaces de matarlo: le aterraban como un remordimiento las grandes cantidades que había hecho perder á los señores. Me iré gemía. ¡Cómo se burlarán ahora de !... Me embarcaré en el primer barco que salga para América.

¿Y usted la ha festejado? le preguntó Ricardo. ¡Atiéndamelo, don Melchor!... ¡Señor! ¡Si tengo hijos mozos! contestó riendo Baldomero, y agregó: No, señor... Si la «Pampita» es como hija mía... sólo que alguna vez he sentido ganas de hacer gancho... ¿sabe?... ¡porque ha tenido buenos partidos!... mozos bien... de posición... y el viejo se puede morir... Bueno que ella tiene la hermana; continuaba Baldomero atendido por Lorenzo y Ricardo, vivamente interesados en aquella relación, ¡y está bien casada!... con un hombre... decente... y trabajador... siempre tendrá ese refugio, ¿no le parece, don Melchor?

Una hora antes, cuando estaba ella, lo mismo que en el presente momento, de pie junto á los vidrios, había creído ver por dos veces al gaucho asomándose á la esquina de una callejuela próxima. El rústico jinete iba á pie, vagando por el pueblo, como un trabajador en día de descanso. Al columbrar á la marquesa detrás de los visillos la saludó quitándose el sombrero y enseñando su dentadura de lobo.

Si el trabajador supiera lo que ellos, no se dejaría engañar, les haría frente a todas horas, y cuando menos, los obligaría a que se partiesen el poder con él.

Pueblo rudo, trabajador, paciente, con aquel fatalismo indio, más intenso y callado que el árabe, será un elemento de rápido progreso para Colombia el día que se implanten en su suelo las industrias europeas. Pero ante todo, hay que desarraigar en los indios el hábito de la chicha, funesta fermentación del maíz, cuyo uso constante acaba por atrofiar el cerebro.

Palabra del Dia

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