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Actualizado: 13 de junio de 2025
Hasta la hora y la luz eran poco naturales: el amarillento crepúsculo alumbraba de manera extraña la habitación, las cosas, el rostro escuálido del Príncipe. Confiaba mi tormento a Alejandra, ¡y Alejandra me amaba, sin que yo lo notara siquiera!
Poquito ha que le ví. O santo Dios soberano. Padeceis algun tormento? Sí, una fatiga Que no sé como la diga Segun la pena que siento. Y no querais saber mas Para entender mi cuidado, Sino que mi hermano ha dado El anima á satanas. Ha renegado por dicha? Dicha llamas renegar? Si él lo viene á efectuar, Ello será por desdicha.
No es funesto don la luz de mi inteligencia, ya que alumbra su imagen; no es funesto don mi memoria inmortal, ya que su recuerdo vive en ella. Abomino del reposo, de la extinción que él busca y desea, y prefiero un tormento sin fin, con tal de que viva en mí el rastro del amor que me tuvo.
Pero había otra consideración que le dolía más, que la tenía llena de sobresalto, y que, agravándose cada día, llegó a ser para la Condesa un tormento continuo. El Marqués caminaba precipitadamente a su total ruina: estaba empeñado hasta los ojos; la usura consumía ya lo mejor de sus rentas.
Ana estudiaba el modo de oír a Visita sin enterarse de lo que decía, pensando en otra cosa, única manera de hacer soportable el tormento de su palique.
Horrible tormento el que sufrió su madre ante aquel desconocido, enorme de cuerpo, rojo y hablador, con esa alegría infantil de los hombres del Norte cuando se ponen en contacto con el sol y los vinos de los países cálidos.
Pues tanto dijeron y murmuraron y hubo tantos que supusieron que yo era el causante de aquella muerte, que dieron con los dos, con ella y conmigo, en la cárcel. ¡Dios mío! Ella murió. ¿La ajusticiaron? Tanto da, porque la pusieron al tormento y no pudo resistir. ¡Dios mío! ¿Y á ti no te atormentaron?
Millares de hombres sufrían el tormento del hambre, víctimas del jornal, por no tener campos que cultivar; y la tierra reservábase para las bestias, en los alrededores de una ciudad civilizada.
Bonifacio no era cobarde; pero amaba la paz sobre todo; lo que le daba mayor tormento en las injustas lucubraciones bilioso-nerviosas de su mujer, era el ruido.
Dióseles tormento, y confesaron la verdad, y lo que queda referido en el capítulo antecedente; mandándolos quemar el capitan atados á un palo, rodeado de una gran hoguera. Entonces elegimos por capitan al referido Irala, hasta que el Rey mandase otra cosa; porque siempre se habia mostrado justo y benévolo, especialmente con los soldados.
Palabra del Dia
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