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Actualizado: 23 de junio de 2025
Mirad esta orden de su señoría ilustrísima el inquisidor general. ¡Ah! ¡el inquisidor general! Sí, por cierto. ¡Y no hay remedio! No, señor. ¿Y si yo os diera diez doblones? No puedo. ¿Y si os diera veinte? Ya veis que yo los tomaría de buena gana, y que si no los tomo es porque no puedo. Decid que no me habéis encontrado. Eso sería muy bueno para que no me estuvieran viendo hablar con vos.
En medio de esas crisis de risas estrepitosas caía por intervalos en una gran laxitud, semejante a una bacante fatigada. A los postres declaró que tomaría el café en el comedor. Esta animación dijo perdería su encanto, si cada uno se iba por su lado. Quedaríanse, pues, todos reunidos y permitiría fumar a los hombres. Tal declaración fue aplaudida por todos los convidados.
Yo estoy dispuesta a ayudarte todo lo que pueda. No debiera hacerlo; pero tengo caridad y me hago cargo de las flaquezas humanas. Otra tomaría por la calle de en medio; yo creo que en cosas tan delicadas se debe proceder con cierto ten con ten.
Su sorpresa fue, pues, grande cuando Jacobo, con la austeridad de un san Pablo primer ermitaño y la fortaleza de un san Antonio en el desierto, se negó rotundamente a salir del hotel, diciendo que había jurado no pisar el impuro suelo de París, que jamás tomaría en la mano una carta y que no pareciéndole ya conveniente marchar a Madrid a causa del cambio político, había decidido salir a la mañana siguiente para Biarritz, donde pensaba intentar una reconciliación con ¡polaina! ¡con su mujer!...
Tengo tan buena opinión de Pepita que si volviese ella a tener diez y seis años y una madre imperiosa que la violentara, y yo tuviese ochenta años como D. Gumersindo, esto es, si viera ya la muerte en puertas, tomaría a Pepita por mujer para que me sonriese al morir como si fuera el ángel de mi guarda que había revestido cuerpo humano, y para dejarle mi posición, mi caudal y mi nombre.
Fortunata dijo con mucha calma y frialdad que no se llevaba el dinero y que sólo tomaría los réditos. «¿Cómo voy a colocarlo yo? Téngalo usted; yo guardo el recibo y vendré todos los trimestres a recoger el premio». Doña Lupe abrió tanta boca, que por poco se le entra una mosca en ella.
Quién sabe si me tomaría por un mentecato, viéndome en aquella ridícula situación. Por fortuna o por desgracia, vino un suceso inesperado a sacarme muy pronto de ella. Un día, al entrar en el despacho de D. Oscar, me encontré repantigado en una butaca al malagueño que había conocido en Marmolejo, a Daniel Suárez, mi presunto rival en el amor de Gloria. Quedé sin gota de sangre en el rostro.
Precedido de don Pedro, echó a andar látigo en mano y resonándole las espuelas, de modo que la imagen bélica que acababa de emplear parecía exacta, y cualquiera le tomaría por el general que acude a decidir con su presencia y sus órdenes la victoria. Su continente resuelto infundía confianza.
Así es que, vencidos los obstáculos que se oponían a su dicha, viendo ya rendido a D. Luis, teniendo su promesa espontánea de que la tomaría por mujer legítima, y creyéndose con razón amada, adorada, de aquél a quien amaba y adoraba tanto, brincaba y reía y daba otras muestras de júbilo, que, en medio de todo, tenían mucho de infantil y de inocente. Era menester que D. Luis partiera.
Al saber la determinación de Abu Hafáz, Gláfira se enfurece: dice que la que espera ser reina de Hesperia, de las islas adyacentes y de parte del Magreb, no puede resignarse a ser esposa o amiga de un mercader cualquiera, de un plebeyo renegado de la vencida y dominada raza española. Considera además delirio lo que Abu Hafáz pretende. Pronto llegaría a saberlo el sultán y tomaría cruda venganza.
Palabra del Dia
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