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Porque éste no pone los ojos en ellas; porque saben que hace tiempo se siente inclinado hacia , con el amor honesto y respetuoso de un joven cristiano. Las que te hablan contra él, es porque te tienen envidia. Después de este hábil halago á la vanidad de la joven, continuó con una expresión de bondad y tolerancia: Yo no digo que Urquiola sea un santo.

Se le había dicho: «Es una mujer ilustrada, aunque española; educada en Inglaterra donde ha aprendido el noble espíritu de la tolerancia». Y además, curaba el entendimiento y el corazón a los niños con píldoras de la Biblia y pastillas de novela inglesa para uso de las familias.

Ni la religión ni la ciencia supieron hacerles mansos de corazón. La única virtud que les faltaba era la tolerancia. Al cabo de mucho tiempo recibieron aviso de que su madre se moría, y casi a la misma hora, sin temor a encontrarse, llegaron a la antigua casa solariega.

Juventud... ¡juventud! murmuraba el viejo con una sonrisa de tolerancia. Y tenía que hacer un esfuerzo, recordar la dignidad de sus años, para no pedir á Argensola que le presentase á las fugitivas, cuya presencia adivinaba en las habitaciones interiores.

Se entregaba sin resistencia, sin deseo, con una sonrisa de tolerancia, satisfecha de poder dar un poco de felicidad, de la que ella no participaba. Su atención se había concentrado en otras preocupaciones. Una tarde, estando en el dormitorio del estudio, sintió la necesidad de comunicar ciertas noticias que desde el día anterior llenaban su pensamiento.

Allí donde hubo lucha ó dualidad de religiones, hay mas tolerancia, mucho menos fanatismo, mas vivos instintos de libertad y fraternidad, y el clero ha sido ménos ávido de riquezas y poder.

Otra cosa que me considero obligado a agradecer a Vd., es la indulgencia, la tolerancia, aunque no complaciente y relajada, sino severa y grave, que ha sabido Vd. inspirarme para con las faltas y pecados del prójimo. Digo todo esto porque quiero hablar a Vd. de un asunto tan delicado, tan vidrioso, que apenas hallo términos con que expresarle.

Esta alegría sin saber por qué, estas bromitas de clerigalla, y usted dispense, esta tolerancia formal, puramente exterior, sin disimulos para tapar la boca a los profanos.

A las once, el calor y la afluencia de gente hacían ya insoportable la estancia e imposible el tránsito por los salones del marqués de Butrón: hallábanse abiertas de par en par cuantas puertas y ventanas había en la casa, y más que concurso de gentes, parecía aquello un confuso revoltijo de joyas, plumas, flores, telas vistosísimas y mujeres medio desnudas, entre las que se destacaban las manchas oscuras de los hombres, revolviéndose entre ellas sofocados y sudorosos, como un enjambre de gusanos negros que hubiera fermentado aquella compacta masa de mundo, demonio y carne... En el gabinete más próximo al vestíbulo, el marqués y la marquesa de Butrón recibían a sus convidados, viendo desfilar con la misma amable sonrisa grandes nombres y grandes vergüenzas, inocencias completas y malicias refinadas, honras sin tacha y reputaciones escandalosas, barajadas y confundidas en aquella casa, sin disputa alguna noble y honrada, por la impúdica y funesta tolerancia de las grandes sociedades modernas.

Bajo sus reinados acontecen la solemne embajada del Gorziense, aquellas legacías y comisiones de prelados, como las de los obispos Ermenhardo, Juan, Recemundo, Dudo, etc., entre los califas y los emperadores de Alemania y Constantinopla, en que el arte y sus bellezas figuran tanto; aquellos agasajos contínuos entre infieles y cristianos, en que se comercia por una parte con las santas reliquias de los mártires, haciendo alarde de civilidad y tolerancia; aquel incesante acudir de los cristianos á la corte de los califas, á la nueva Atenas, buscando la salud , buscando alianzas y proteccion , buscando la luz de las ciencias y de las artes ; aquel interminable despuntar de genios en todos los ramos del humano saber, á quienes aun hoy el mundo venera: hechos todos de que hemos dado ligera noticia al lector en el discurso del capítulo precedente.